“La vieja escuela era un edificio bajo, de una sola planta, cuyas ventanas delanteras daban al patio de recreo, al que los niños salíamos a distintas horas que las chicas” (La tierra convulsa, 551)
A pocos metros del cruce de Cuatro Caminos, en la avenida San Martín,
está el colegio público Juan Bautista Zabala. El nombre del colegio lo
recibe por ser ese hombre de negocios bilbaíno, de padres algorteños, el que
patrocinó su construcción.
Fue inaugurado en 1911. En
1931-32 había dos clases de niños y dos de niñas. Fue derribado en 1965 para
construirse el actual edificio.
Esta es, en la obra de Pinilla, la escuela de niños y niñas.
“El edificio era cuadrado, con forma de cajón (…) Se accedía cruzando
el patio de recreo, al que las chicas salían a horas distintas de los chicos”
. Y al patio de recreo se
accedía a través de “la pequeña puerta de verja que separaba el patio de la
acera” (Quince años)
Aquí es donde dan clases D.
Manuel Goenaga y la Señorita Mercedes Azkorra. Además de compartir espacio y
trabajo en el mismo edificio, los dos mantienen una relación de noviazgo permanente,
a pesar de las rupturas, encuentros y desencuentros, hasta el día que deciden
casarse. Pero hasta en ese mismo día, las vacilaciones de D. Manuel dan al
traste con la boda. En la Iglesia de San Baskardo dirá NO a la pregunta del
cura si acepta a la Señorita Mercedes por esposa.
Personaje omnipresente en la obra
de Pinilla, este maestro se mueve entre
la fe nacionalista y el racionalismo. Con
él Asier, o sea, Ramiro Pinilla, ha mantenido un diálogo constante a través de
sus obras , desde En el tiempo de los tallos verdes y, posteriormente, el cuento Recuerda,
oh recuerda, para
continuar en Quince años y Huesos,
hasta llegar a Verdes valles, colinas rojas, donde la voz de Asier es el
contrapunto a la visión histórica y social de su antiguo maestro.
Maestro que lo había ido formando
sin dogmatismos o fanatismos “lo más
abundante que yo recibía de él era a través de sus palabras, aquella iniciación
que me marcaría sin cegarme, que propiciaba mis propias rumias” (Las cenizas del hierro, 13)
Voces abertzales acusaban a
Pinilla de antinacionalismo. El, a su vez, se definía como anacionalista, pero
siempre contrario a “los delirios de
patria y religión”, pero tratando de entender al otro “y a través de personajes, muestro respeto” hacia las ideas del otro.
Y así se manifestaba sobre Don Manuel.
“Uno de los personajes más queridos por mí es D Manuel, el maestro, un
nacionalisa integral. Un individuo que no puede dejar de ser nacionalista pero
entiende los errores del nacionalismo…; no es un ferviente nacionalista con una
fe de carbonero y, a veces, cuando dialoga con Asier, el anarquista de
izquierdas, y le pone en bretes con puntos históricos que no pueden ser
rebatidos, pues sufre”
Durante 30 años, estuvo Ramiro Pinilla manteniendo el diálogo con él.
(Los datos sobre
la escuela están sacados de Memorias de Getxo; getxosarri.blogspot)