Mi primer encuentro con Pinilla.
Este es el punto exacto de la estrada donde abordé al
escritor.Era el domingo, 5 de octubre de 2008.
Mi ruta literaria del sábado, día 4, había sido por el otro escenario de la
obra de Pinilla, La Arboleda, en “las colinas rojas”, el poblado minero que
está al otro lado de la ría.
Cuando vuelvo a Algorta, ya anocheciendo, me dirijo a la cafetería Jolas Aurre de Mikel,
en la plaza San Nicolás. Extrañado, por mi excursión, cuando se la explico, él me pregunta el motivo. “Soy un lector de un escritor de Getxo,
Ramiro Pinilla, y he venido de Barcelona a
hacer una ruta literaria. Estoy visitando los dos escenarios, Getxo y La Arboleda, de las tres
novelas que he leído: ”.
Coincidencia curiosa. El también ha sido lector de su paisano. Conoce algo
de su obra, dice, y su experiencia literaria en Libropueblo. Me habla, incluso,
de un libro que yo no he leído, que a él le gusta mucho, Las andanzas de Txiqui Baskardo. Me nombra el barrio donde
vive, Andra Mari y me habla de la sencillez y humanidad de un hombre que
dirigía la revista vecinal Galea;
y de una persona que era muy asequible. Mikel me había puesto el gusanillo en
el cuerpo.
El domingo, día 5, voy a desayunar a su cafetería. Me he levantado con
la decisión de ir al barrio donde vive el
escritor. Se lo digo. Y él: “¿Vas a
probar? Venga, ¡a ver si hay suerte!”.
Me pongo en camino y, cuando llego al barrio, no sé por dónde empezar.
Paso al lado del quiosco; hay gente comprando la prensa o revistas. Paso de
largo entre la gente; me cuesta importunar. Voy hacia el sector de casas que hay cerca. Sé que
vive en una casa con un rótulo en el muro de la entrada que pone WALDEN. Voy
mirando a ver si por casualidad lo localizo. Nada. Desisto de probar fortuna.
Veo un señor. Voy a su encuentro, me
atrevo, pidiendo disculpas: “Hola señor,
¿conoce usted a un escritor de Getxo llamado Ramiro Pinilla?” Me contesta:
“Sé que vive por aquí pero no tengo ni
idea, que este barrio es muy grande. Pregunte usted al del quiosco que nos
conoce a todos”.
Sigo sin dirección fija. Le pregunto a otro señor mayor pero no lo
conoce y me recomienda que vaya al vendedor del quiosco. Pues allá voy. Hay
gente, ahora también, haciendo cola;
debe ser este un barrio muy lector, pienso. Me pongo en la fila; guardo turno. Cuando me
toca, le pregunto al quiosquero: “¿Sabe
usted dónde vive Ramiro Pinilla?” “Sí sé que vive por esa estrada adelante pero
ya no le puedo indicar más”. Decepción.
Como el quiosco está al lado de La Venta, entro en el bar; y sigo
insistiendo. Hay algunos clientes. Me dirijo directamente al barman, cuando me
sirve el café pedido. Como es joven, le tuteo: “¿Sabes dónde vive Ramiro Pinilla?”.“No", me contesta; y sigue: "Es fácil verlo por aquí cerca, porque viene a por el pan o a por el diario, pero no sé dónde vive”. E
inmediatamente, pregunta en voz alta: “¿Alguien
sabe dónde vive Ramiro Pinilla?”. Oigo, a mis espaldas, una voz de mujer: “¿Quién pregunta por él?”. La que habla
es una señora que está desayunando, al lado de un hombre más joven, sentados, compartiendo mesa.
Me acerco. “Yo”, le digo: “Somos vecinos, - me dice ella -. Vive al lado mismo
de nuestra casa”. Me explica el camino a seguir: subir por la estrada
Torrebarria, “esa de ahí enfrente”, me explica señalándomela; se llega a una bifurcación y hay que seguir por donde dice Particular
de Uri y, a continuación, a unos metros, “allá encontrará
la casa, con un rótulo en su entrada: Walden”.
Sin saber, de verdad, cómo
agradecérselo, salgo del bar. No había dado ni tres pasos cuando oigo detrás de mí una voz que me
dice: “Mire, señor, ese señor de niqui
blanco que baja es Pinilla”. Era el joven que estaba sentado a su lado.
Un señor con gorra (no con txapela como yo lo había visto en
fotografías), con niqui claro y un
bastón bajaba lentamente. Sé que tiene dificultades de visión.
Tal como lo veo, cruzo la calle, y voy decidido:
“Buenos días. Usted es Ramiro Pinilla, ¿no?” Sin
darle tiempo a responder, añado: “Perdone,
es una pregunta tonta porque me acaban de decir que sí es usted” Y yo,
emocionado y nervioso le digo:” Pues se
me acaba de aparecer Dios”. Pone cara de extrañeza, de no entender. Ante mi nerviosismo
tengo que corregir inmediatamente: “Perdone. Ya
sé que usted es ateo; pero la frase…es un decir. Se me ha escapado. No tiene
más importancia”.
Y,entonces,
me presento:
“Me llamo Gustavo Iduriaga y he venido de Barcelona
porque estoy recorriendo algunos de los
lugares de tu trilogía. Estoy
haciendo un viaje literario".
Y, ahí, fijos en el mismo sitio de esa estrada estuvimos hablando
durante mucho rato. Yo estaba que no me lo creía... La conversación que mantuvimos la explicaré en otra entrada.