En Arrigunaga, donde empezó todo, con Pinilla:domingo, 5 de octubre de 2008
Puntuales (habíamos quedado a la una y media),
aparecen Ramiro Pinilla y una mujer bajando por la estrada Torrebarria en dirección a La
Venta. Ella le va agarrando por el codo, como ayudándole a caminar. Voy a su
encuentro. Ramiro nos presenta. Ella es María Bengoa, “su amiga periodista” que me mencionó en el encuentro de las once. (A
lo largo de este nuevo encuentro, ella le llama muchas veces “cariño”. Sin
duda que debe ser ella a la que se refiere,(en alguna entrevista lo he leído),
cuando al preguntarle un periodista sobre la buena suerte de ahora, a sus años, en el amor,
él lo reconoce: “Ya era hora, aunque yo
sea ya un poco mayor”).
Trae
María una bolsa de papel con unos libros que Pinilla me regala. Son de su
editorial; entre ellos veo
un ejemplar de Andanzas de Txiki Baskardo,del que yo le había hablado y pedido. “Los tenía en el gallinero -me dice
Maria al darme la bolsa-. Y es cierto
porque, en su tiempo, tuvo allí doscientas gallinas. Ahora es un trastero”.
Agradeciéndoselo,
miro brevemente la portada de los libros. Al guardarlos de nuevo, él me
pregunta: “Gustavo, ¿tienes alguna dieta
o régimen especial?” Al contestarle que como de todo, continua: “Te lo digo porque cuando salimos, solemos
ir comer un par de huevos fritos con salchichas a Arrigúnaga. ¿Te parece?”.
Todavía en la nube le contesto:“Bien,
y, si además ponen una patatas fritas,
pues también me las comeré”.
Comenzamos
a caminar, desde La Venta, siguiendo la avenida del Ángel. Caminamos lentamente
y, en el trayecto hacia la playa, vamos charlando sobre sus libros, su
aislamiento durante muchos años y la marginación provocados por el poder
político local y el autonómico. “En Getxo
domina el PNV i el PP. Y claro, Ramiro es anacionalista y de izquierdas”- comenta
María- “y, cuando se iba a conceder el premio de Euzkadi, el jurado reclamó al Gobierno
autonómico, que había entregado una lista de escritores, algunos nombres de escritores que faltaban; entre
ellos, el de Pinilla. Y fue él el ganador”.
Pero
también ha sido valorado como escritor por parte de otros. María habla de la
opinión favorable de Rafael Azcona y del reconocimiento que La
higuera ha recibido en Alemania al
ser considerada entre las 10 mejores novelas del año.
Es curioso que en estos temas de reconocimiento literario,
Pinilla se mantiene al margen. Ni abunda en el tema, ni intenta explicarlo. Sin
embargo, se reafirma en su anacionalismo militante, si sale el tema.
Como el viernes estuve en la biblioteca hojeando la
revista Galea, de la que él fue propulsor y, durante un tiempo, director, le
comento que leí el editorial que dedicó contra el fascismo de los terroristas
que habían puesto una bomba en la sede de la redacción. “Piensa, Gustavo,
que nadie de Getxo vino, personalmente, a decirme que lo sentía”. La bomba
puso punto final a la revista.
Cuando nos estamos acercando a la playa, Ramiro
comienza a hablar de ella y de los alrededores, que le traen tantos recuerdos.
Nos paramos delante de la zona de césped y parque infantil;lugar, en parte, antes
ocupado por el caserío Arrune. Aquí pasó los veranos desde el primer año hasta
que tenía trece, que es cuando comenzó la Guerra Civil.
Nos sentamos en una mesa del chiringuito que hay en
la playa. Pedimos los huevos fritos con patatas fritas y lomo (no había salchichas,
aquella tarde).
Yo le voy preguntando sobre algunas anotaciones que
tengo en la libreta sobre lugares, que repetidamente salen en sus obras. Le
pregunto por la peña Abasota (“aquella”, me la señala), , las peñas de
Kobo ( “las que están en el mar del acantilado de La Galea”). “¿Ves
esas rocas que sobresalen un poco de las superficie del mar, ahí cerca de la
playa? Son las peñas Eskarrakarramarro. Cuando la marea es alta no se ven.”
Como la vista del acantilado de la Galea es tan
excepcional le pregunto si era real el camino que desde la playa seguía hasta
arriba, por el acantilado, tal como aparece en Las
ciegas hormigas. “Sí, existió un camino
hoy ya desaparecido”. “Y, ¿es sitio de suicidios?, porque, en varios
momentos de la trilogía, algunos personajes aluden a tirarse por La Galea y un
hijo de la marquesa,Jaso, se tira por el acantilado”. Me responde que se
suelen dar casos cada año “y, a veces
se lanzan con el coche”.
Voy aprovechando para saber de la localización de ciertos sitios: como la escuela (está “casi enfrente de la
iglesia de Los Trinitarios”); La Venta; la ermita del Ángel (“la del
milagro de de Totacoxe”); la iglesia de San Baskardo (“la de Andra Mari”),
el palacio Galeón ( “en Punta Begoña”, me dice María), la mansión de los
Oiaindía ( “en el cruce Venancios”).
Hablamos de algunos personajes: Ella, Roque,
Isidora (¿La Pasionaria?), Don Manuel “personaje renqueante; por un lado
tiene la razón y por otro la fe nacionalista; como está entre dos polos sufre”.
Y sin embargo no hablamos de Asier, que es el personaje con el que él más se
identifica.
Pero sí, de sus personajes
mujeres. “Desde siempre he creído en el papel transformador de la mujer; no
es que lo escriba ahora por ser un poco lo que
se lleva. ¿Has notado el poder que las mujeres tienen en mis novelas? Si
te fijas en Ella, en Fabiola, en su hija o en Cristina verás que son mujeres
con una fuerza, con un empuje que para bien o para mal, influyen en lo que les
rodea”.
No podía dejar de salir otro escenario, La Arboleda, del
primer tomo de su trilogía: . Le comento que lo leído en el libro sobre la vida de los
mineros, sus luchas, su miseria... parece extraído de un libro de historia. “Nunca
he estado en La Arboleda. No suelo visitar los lugares de los que escribo.
Había leído mucho sobre el mundo de las minas” Me comenta que,
excepto Isidora, Roque y uno o dos
personajes más, el resto de personas y hechos son reales.
Habíamos comenzado a comer a las dos y ya son las
cinco. “Bueno, Gustavo- me dice Pinilla- yo necesito echarme una
siesta. Cada día lo hago”. Yo quiero
aprovechar todo lo que pueda y le digo: “Yo os acompaño hasta La Venta y
desde allí me vuelvo”.
Desandamos el camino que habíamos hecho al venir y
pasamos por la calle Altube, que, aunque pueda parecer lo contrario, nada tiene
que ver ni con el caserío Altubena. Hacemos un alto en la terraza del
hotel Maitena para tomar un helado (“yo, un almendrado, como siempre”
dice Ramiro) y que descanse el escritor. Ahora charlamos de nuestros hijos; sé
que él luchó mucho por ellos.
Después reanudamos la vuelta por la avenida del Ángel. Estando ya al lado de La Venta, María me hace notar que enfrente está la tienda de La Blasa donde Efrén,
en el piso de arriba, pone su gestoría de seguros.
Es aquí donde les digo: “Os acompaño hasta el
punto exacto del encuentro de esta mañana”. Pasamos la carretera y el punto
de encuentro es ahora punto de despedida. “Si vienes otra vez, llámame”,
me dice Pinilla. Y aquí, con abrazos, nos despedimos.
Y, robándole una frase, aunque la saque de
contexto, yo también puedo decir que “en Arrigunaga empezó todo”.
En “su playa”, a lo largo de mi conversación con él, acabé dejándome atrapar
por la figura literaria y personal de este hombre. Cuando llegué a casa tenía
claro que iba a preparar una ruta por el territorio del Getxo literario (y humano) de Pinilla. Y, hasta la fecha de hoy, sigue viva.