"pues allí se presentó Camilo (Baskardo) en su birlocho con el cochero y otro ocupante”
En el barrio de San Baskardo de Pinilla hay un lugar mágico donde la inventiva del escritor se desborda: es LA VENTA; siempre presente en montones de páginas de su TRILOGIA y en todas las
otras novelas de este Getxo literario.
Hay otros lugares de menor importancia en este
barrio. Y uno de ellos es el que hay enfrente de La Venta. En una pared lateral
hay pintado un nombre, “La taberna de Santi”. Hace muchos años este
pequeño edificio era una tienda antigua de
las de pueblo, de las que te vendían de todo un poco.
En sus innumerables paseos desde su casa hacia
La Galea o siguiendo lo que antes era un camino asfaltado y ahora La Avenida
del Angel, Ramiro Pinilla pasaba por delante de la tienda y me consta que también iba
a comprar alguna cosilla que le faltaba.
En este pequeño
edificio, Efrén, formado en Inglaterra, hijo de Ella tenido con
Camilo Baskardo, el marido de la marquesa de Oiandía, ahora con 18 años, se dispondrá a montar una oficina con solo una
mesa y tres sillas, sede de una compañía aseguradora “La Bolsa”. (La tierra convulsa, 659-676)
Un muchacho irá
repartiendo unas octavillas anunciadoras de su inmediata apertura por calles,
casas mercado, ferias… “Así fue como Getxo se enteró de la
existencia de la compañía aseguradora que indemnizaba a las víctimas de rebaño
de fieras..., o esto se creyó entonces” (659). El rebaño de fieras eran aquellas
28 llamas, que traídas de América para el indiano Saturnino Altube, habían
causado grandes destrozos en casas, heredades
y campos de Getxo.
La dirección de la compañía era: Sobre la tienda de Blasa. Barrio de San
Baskardo. Allí acudieron los clientes a firmar un contrato en
una cuartilla escrita por las dos caras con “letra ilegible de puro chica”. La
firma de un contrato daría derecho a una indemnización. ¿Un engaño, el
contrato? Bastantes
incautos, se dice que 97, lo firmaron. La cuota, 22 reales anuales.
Y hasta allí fue el padre de
Efrén, con el que hasta ahora no había mantenido ningún tipo de relación, para
firmar el contrato que le daría derecho a una indemnización por los destrozos
en su mansión. "...pues allí se presentó Camilo en su birlocho
con el cochero y otro ocupante” Pero parece ser que su abogado subió al piso, pero no firmó el contrato. Mala señal, pensaron muchos; “si el marqués no había
firmado el contrato ellos tampoco debían haberlo firmado” (663)
Cuando un grupo de asegurados fue
a cobrar la indemnización Efrén les dijo que su contrato les aseguraría de los
daños producidos por un nuevo rebaño de llamas, que pueda,tal vez, llegar del Perú. La
oficina no duró mucho. “Supieron por la
Blasa que había alquilado el piso por días y que le pagó veinte y que se
despidió” (667) Y Efrén no había desembolsado
ni un real.
El maestro de Algorta redactó una
carta (firmada por aquellos 97 clientes) a Efrén, solicitando la apertura de
aquella o de otra oficina para asegurar que detrás de los contratos hay alguien
que responde por ellos, si en un futuro viniesen más llamas.
Y ”al final de aquel octubre
volvió a alquilar a Blasa el piso, que, esta vez, fue habitado por Angelo Altube, el hijo natural que Saturnino mandó
traer de América en 1901 y que ahora
tenía 10 años” Muy vivo y despierto, aparentaba tres o cuatro años más. “No
sólo empezó a vivir en el piso sino que atendía la oficina; al menos, se
sentaba en ella” (668) y parecía dominar “todos los resortes del negocio de
seguros”. Pero, no fueron muchos los nuevos clientes. De 97 anteriores pasaron a
ser 109. Aparte de eso, las crónicas getxotarras nada dicen de la marcha de esta nueva
andadura.
Sólo hablan del nuevo negocio
ideado por Efrén y que el muchacho regentaría. “Alquiló a Blasa la lonja
vacía de abajo ...” Sería el edificio, también, la sede de “la
funeraria de San Baskardo”. La empezó con un “animal parecido a un caballo” y un
“carro ruinoso” (673- 675) a los que, poco a poco, fue cuidando y mejorando.
Una funeraria que el niño supo sacar adelante
en competencia con de la de los Ermo de Algorta, haciéndose con el servicio en
el barrio de San Baskardo. El niño huitoto dejó sus cargos a los trece años.
“Efrén reanudó los servicios de la funeraria con otro empleado pero ya no fue
lo mismo” (676) La gente no olvidó a Angelo.
(Muchas más cosas explica Pinilla en estas
páginas y las siguientes sobre este niño , del que me dijo que podría dar mucho
juego en una futura novela)