4. La ruta literaria
El
sábado 12 era el día de ida desde Oiartzun a Getxo. Aquí nos
esperaba Anabel para acompañarnos y participar también con sus
explicaciones. Anabel es la bibliotecaria con la que hemos organizado más
de diez rutas literarias del Getxo de Ramiro Pinilla. Esta es la crónica de la ruta con "les culleres de fusta":
El
inicio fue en la
plaza San Nicolás, al lado de la biblioteca de San Nicolás.
Aprovecho para explicar la aventura literaria de la revista Galea que
Ramiro Pinilla fundó. Tenía tal pasión por escribir que animaba e impulsaba
a otras y otros a que lo hicieran.
Siguiendo
por la cercana avenida
Algorta nos detuvimos ante lo
que hoy es una tienda.
En
tiempos
pasados
fue la librería
Antares donde
se reunió,
por unos
años,
el taller de escritura que Pinilla dirigió
durante 36 años (y, que sin
él, todavía está activo).
Aquí, en este lugar, el escritor localiza la librería
Beltza de sus novelas policíacas (Solo un muerto más o
El cementerio vacío,
leídas por Imma y Kathy).
Seguramente como homenaje a
aquel librero de la Antares.
Atravesamos
la avenida y
pasamos a la calle Sarrikobaso para hablar de La higuera,
en la casa que, caprichosamente,
el escritor escoge como vivienda de la señorita Mercedes. Ella
introduce y finaliza la narración; el
relato central es de un falangista que cuida una higuera. Pero
no
está aquí, en esta casa,
ese árbol que
da título a la
novela.. Ni
tampoco en el Instituto (ahora llamado J.C. Baroja) donde Pinilla
sitúa la trama. Me ha pasado
en varias ocasiones
que alguna lectora comentó
que había ido al Instituto a
encontrarla. Curiosamente
Pilar y Lluis dijeron que les
había entrado el mismo deseo. Es un hábil juego pinillesco
entre ficción y realidad. Por
cierto, las
higueras (porque de hecho son dos) que hay en el jardín del
Instituto son un homenaje
posterior al libro.
Reculando
un tramo nos dirigimos a
Cuatro Caminos, cruce omnipresente en sus obras, para
luego ir bajando hasta su tan querida playa de Arrigunaga, en la que,
según su ficción, apareció la vida. Alguna historia más
localizada en esta playa debí
explicar (¡son
tantas las que el escritor
inventa!), pero no la
recuerdo.
A
un tiro de piedra
están las campas de Arrigunaga donde
estaba el caserío Arrune; en
él Pinilla veraneó hasta
los trece años. No queda ni
rastro del caserío pero sí una
de
las higueras
que había.
En este entorno de playa, caserío y acantilado creó Las
ciegas hormigas, (
Carme y Marta la habían leído) aquel
lejano premio Nadal.
Lentamente
subimos hasta el acantilado
de La Galea. Aquí
nos detuvimos y miramos
hacia la otra orilla del
Abra, a
las colinas (las
colinas rojas) que
se entreven. Allá estaban
las minas de hierro donde miles de obreros eran explotados de forma
salvaje. Esto lo explica en el primer volumen de su trilogía Verdes
valles, colinas rojas.Y no es
ficción, sino historia.
Cerca
de este acantilado, en la meseta que se extiende desde su borde, se
encuentra el cementerio, donde no está Pinilla (porque fue
incinerado). Ni estaría, de haber sido inhumado, porque, según una
leyenda suya los muertos de los cementerios costeros se escapan por
un túnel subterráneo hacia el mar, alejándose arrastrados por las
suaves olas mientras dicen adiós a sus seres queridos que quedan en
tierra. Es el trasfondo de su novela policíaca El cementerio
vacío.
Desde
aquí, bajando por un amplio paseo ajardinado atravesamos muy cerca
el territorio inexistente de los Baskardo de Sugarkea, de esos seres de costumbres primitivas y ancestrales que conviven, sin mezclarse, con sus contemporáneos civilizados. De ellos expliqué algo de sus vidas y
costumbres.
Era
necesario conocerlos para entender la leyenda de un Baskardo, que fue
capturado por los romanos junto a un predicador
cristiano y que se dejó crucificar antes que confesar a sus
captores, para no parecer cobarde, que nada tenía que ver con
aquella religión prohibida por el emperador y que, si iba con el misionero, era porque le acompañaba a la playa para que marchara por donde había venido. Dos siglos después fue
considerado un mártir y santo aquel Baskardo. Leyenda que había que comentar en la
iglesia que, en las novela de Pinilla lleva esa advocación, la
Iglesia de San Baskardo.
El
itinerario duraba ya casi dos horas, estábamos algo cansadas y en La
Venta hubo que contar rápidamente la ficción pinillesca de la
edificación de la taberna y de la cercana ermita. Edificación de ambas relacionada con la
leyenda de aquella Madera encontrada en Arrigunaga, que se convirtió en el mostrador de la taberna La Venta, y el milagro de aquella quinceañera preñada,Totacoxe, que dijo ver un ángel en el
árbol, en el gran Roble.
Todavía
quedaba más recorrido pero el cansancio y las ganas de comer nos
pudieron.
Caras de cansancio...al principio |
... y ya repuestas, al final |
Como
colofón de la ruta fuimos al pub de Algorta a reponer fuerzas; y,
por cierto, que quedamos muy satisfechos,. Nos acompañó Anabel con
el hijo , Aitor, y su pareja, Patri. Ya con nuevos bríos, después de la sobremesa, paseamos lentamente (hay que hacerlo asi en este precioso rincón de Getxo) por el Puerto Viejo.
Bajando se llega al largo paseo de la playa
de Ereaga que recorrimos con tranquilidad hasta llegar a las galerías de Punta Begoña, donde Ramiro
Pinilla sitúa el palacio Galeón. También quisimos visitarlas.
Nos
quedaba ver, entre otras muchas maravillas de Getxo, el Puente
Colgante. No calculamos bien el tiempo y cuando llegamos ya estaba
cerrado. Ahí queda, sobre la ría, para la vez siguiente; con María
y Pep, y con Elena y Pedro y, si alguna más se apunta para la próxima, no nos lo perderemos.
Y
despidiéndonos de la ría regresamos a Oiartzun.
El
domingo 14 fue día de vuelta a casa. Volvimos con la tormenta Leslie (los dos coches
siguieron rumbos distintos; el coche 2, esta vez sí, acertó, y el
coche 1 la tuvo de compañera de viaje). Volvimos también con un bonito
regalo de Anabel, un pequeño video: Catalanes en el Getxo de
Pinilla (13-10-2018) que nos envió por whatsaap .
Y algunas volvieron con el gusanillo lector. Carme, después del viaje, se enfrascó con Aquella edad inolvidable, que le dejó Elena (y una vez leída, se está dejando atrapar por Los cuentos); Imma empezó La tierra convulsa, Marta la tiene también empezada ; y Pilar y Lluis quisieron dar a conocer a otros aquel escritor que les había gustado. Por eso tenían entre sus regalos de Reyes Los cuentos.
Y algunas volvieron con el gusanillo lector. Carme, después del viaje, se enfrascó con Aquella edad inolvidable, que le dejó Elena (y una vez leída, se está dejando atrapar por Los cuentos); Imma empezó La tierra convulsa, Marta la tiene también empezada ; y Pilar y Lluis quisieron dar a conocer a otros aquel escritor que les había gustado. Por eso tenían entre sus regalos de Reyes Los cuentos.
Este
hecho último me removió la fibra pinillesca y en estas crónicas dejo constancia
que ha sido para mí una experiencia irrepetible.