miércoles, 23 de diciembre de 2015

En Punta Begoña el palacio Galeón de Pinilla


                                        “El palacio era innecesariamente inmenso, 
           más parecido a una ruina babilónica destinada a museo que a vivienda"

En la confluencia del  Muelle de Ereaga y el Paseo del Marqués de Arriluce quedan los restos de lo que fue la inmensa mansión de la familia Echevarrieta. Son las galerías de  Punta Begoña. El solar, encima de las galerías,  donde se ubicaba la inmensa casa, mansión o palacio señorial está ocupado, en parte,  por la urbanización Punta Begoña.

 Queda el gran salón que conserva sus paredes desconchadas, en las que se pueden ver algunos fragmentos de las pinturas que lo adornaban. Salón que era sólo lugar de reuniones con otros próceres para tratar temas económicos. A continuación hay una larguísima galería adornada con azulejos, muchos desgastados por el salitre o destrozados por vándalos humanos.   Por un pequeño paso se accede a una explanada donde debió estar la casa, mansión o palacio que ocupaba una extensión de 2.000 metros cuadrados. Las vistas sobre el entorno, a derecha e izquierda, son extraordinarias.

Este maravilloso enclave es escogido Ramiro Pinilla para situar el Palacio Galeón de su trilogía. “Era una masa ciclópea a espaldas de la playa de Ereaga, en la curva de la carretera hacia Neguri y Las Arenas. En aquel tiempo los embates del mar alcanzaban el emplazamiento del palacio, cuyo basamento era un murallón a modo de rompeolas, sobre el que un largo corredor, siguiendo la curva, permitía contemplar las olas estrellándose contra su base” (La tierra convulsa, 712- 713)


Cada vez más poderosa y rica, Ella, -aquella jovencita muerta de hambre que había llegado a Getxo y a la que el marido de la marquesa Oiandía, Camilo Bascardo, había dejado preñada-, se trasladó al barrio rico de Getxo, al de los potentados.  Fue en 1919 cuando “abandonó su amazacotada casona de Getxo y se trasladó, con todos los suyos, al Palacio Galeón, sin estrenar, de Camilo (Baskardo), y la paz volvió al cruce de Laparkobaso y cesó el lanzamiento de piedras de una casa a otra por parte de Ella todos los 25 de diciembre- aniversario de la procreación de Efrén, según las cuentas que sacaba el pueblo” (La tierra convulsa, 614)

Pinilla no se detenía en descripciones ni de personas ni de lugares pero, curiosamente,  algo le debió sugerir esta edificación para dedicarle estas palabras.  El palacio era innecesariamente inmenso, más parecido a una ruina babilónica destinada a museo que a vivienda, frustrado símbolo ensombrecido de un poder, con dos fachadas frontales en ángulo curvo y altura de cuatro pisos,  ambas de piedra con pesadas balconadas, rematadas en lo alto por una galería corrida de punta a punta, una acrópolis lóbrega incluso en días soleados, y, como anomalía, el acceso al gran jardín elevado a modo de sombrero, un inesperado cielo que comunicaba con el mundo. La espalda del palacio chocaba contra el monte y servía a éste de contención, por lo que carecía de luces por ese lado. Un templo que parecía estar obligando a los ajenos a sacralizarlo” (Los cuerpos desnudos, 323)

“Pero Getxo apenas nada sabía de lo que pasaba dentro de aquel edificio “con aire de panteón sellado” (Los cuerpos desnudos, 321-328)

 “Las noticias de lo que fue sucediendo en el Galeón  a lo largo de los años siguientes nos llegaron con cuentagotas. Por suerte disponíamos de la leyenda”, dirá Don Manuel, el maestro.

Unos fragmentos del diario de Aurelio Altube descubrirán más detalles, algunos insospechados y otros sórdidos de la vida en el Galeón, “de las inmundicias” y de “las negruras que escondía”… (Las cenizas del hierro, 541-572)

Aurelio, hijo de Roque Altube, es tutor de Cándido Bascardo Lapaza del Divino Cuerpo del Redentor,hijo de Efrén ; criados y doncellas pululan por el palacio; profesores jesuitas para Cándido; criados que escoltaban a la Criatura (Cándido) hasta la playa de Ereaga en sus baños en la mar; la conducta  sexual de la Criatura, el cerramiento dentro del edificio del híbrido Cristóbal, descendiente del macho de las llamas venidas del Perú y el rapto del animal por dos muchachos de Getxo; el fallecimiento, abrasado, del tercer hijo de Efrén…
  
Uno tras otro, los moradores han ido muriendo o despareciendo. Elisenda, hija de Efrén, había huído con su hijo de siete años, desnudos los dos, con el soldado que la había violado durante la guerra y que había regresado a buscarla. Efrén falleció” y muchos no lo creyeron”. Años después moriría su madre, Ella. Cándido, el heredero del imperio económico, que había ido a ver su Acería sentado, cual monarca en  un trono,  transportado por criados,   cayó en “la sopa de hierro” de su Acería cuando desde un pasillo superior supervisaba la industria. Un tropiezo de uno de sus criados hizo que se precipitase en aquella “lava viva y humeante a sus pies”.

Pero el palacio Galeón continuará habitado por herederos de Ella, venidos del Sur. (Las cenizas del hierro, 633 y 642,643)

Punta Begoña tiene una historia real y una historia inventada. Por su interior han paseado el industrial Etxebarrieta y el escritor Ramiro Pinilla.