jueves, 13 de julio de 2023

"Una pasmosa lección de perseverancia y energía narrativa"


                                   1923-2023   

         En el centenario del nacimiento de
                 Ramiro Pinilla                                         



Jordi Gracia y Domingo Ródenas. Historia de la literatura española. Derrota y restitución de la modernidad 1939-2010 (Vol 7). Dirigida por José Carlos Mainer. Madrid: Editorial Crítica, 2011.

 Jordi Gracia (Barcelona, 1965) es catedrático de literatura española en la Universidad de Barcelona 

Dentro del capítulo I, Historia y sistema literario, en el apartado 3 , En la posmodernidad, y en este bajo el título de Nuevos formatos y nuevos públicos: mercado y literatura, el autor afirma: “la literatura se abrió sin vergüenza al mercado” y comenta sobre el premio Planeta “la plataforma mediática que transforma el estatus del escritor que lo obtiene y el del finalista”.

Y este es el comentario sobre ese premio citado:

 “ A excepción de algún nombre aislado, hasta entonces (hasta finales de los sesenta) el Planeta mantuvo un carácter muy regular: escritores con poco fuste literario, proyección social o mediática previa, formato narrativo clásico y casi ninguna intención propiamente literaria. Excepciones las hay (cita a Aldecoa, finalista en 1954), aunque sin demasiada continuidad y muy poco determinantes del curso literario, como fue el caso de (cita a Andrés Bosch, Carmen Kurtz, Luis Romero) o de Ramiro Pinilla, que fue finalista en 1971 con una fábula dramática sobre la nostalgia de lo materno estable y central, encarnado tanto en el mar como en la tierra, Seno(p.251)

 Ya en páginas posteriores, dentro del capítulo II, Autores y obras, y en el apartado 3 La literatura de la democracia, y en este bajo el título Una lírica desatada y el subtítulo Algunas restituciones hacia 1950, se centra en la literatura de Ramiro Pinilla:

“En 1961, con una única novela a sus espalda (El ídolo, 1958), obtuvo el premio Nadal y el de la Crítica por Las ciegas hormigas, donde se acusaba la huellas Faulkner en la prosa y en la configuración de un espacio humano comunitario de fuerte enraizamiento en el medio natural y presidido por la insuficiencia y el fracaso. Aunque el autor ni se eclipsó ni se aisló por completo (en 1969 ensayó una novela policíaca En el tiempo de los tallos verdes, en 1975 intensificó el tratamiento mítico de los pobladores de un territorio en los relatos de ¡Recuerda, Oh recuerda!), lo cierto es que tuvo escasa repercusión. En 1977, a contracorriente del formalismo aún rampante, pareció retroceder a la poética del realismo social en Antonio B. el Rojo, ciudadano de tercera; sin embargo, aquel libro era más bien un especímen de "non fiction novel" que reconstruía la andadura vital de un hombre que, en la España rural de la posguerra, había sufrido toda suerte de vejaciones e iniquidades por parte de la “justicia” franquista. El testimonio de ese desdichado Antonio B. no evita las escenas truculentas pero tampoco se regodea en ellas, porque el objetivo es hacer la crónica de uno de tantos casos singulares de represión bárbara y ultraje de dignidad.

Pero la imaginación literaria de Pinilla trabajaba mejor con complejas tramas colectivas de significación simbólica que con individuos. Así, en los años ochenta está ya enfrascado en la construcción de un vastísimo proyecto novelístico del que dio un avance en Verdes valles, colinas rojas (1986). Bajo ese nombre iba creciendo la obra durante dos decenios, hasta que en 2004, en una pasmosa lección de perseverancia y energía narrativa, empezó a publicarse,  por razones editoriales (¡las más de dos mil quinientas páginas que ocupa!) en tres partes: La tierra convulsa (2004), Los cuerpos desnudos (2005) y Las cenizas del hierro (2006).

Verdes valles, colinas rojas es un empeño anacrónico y magnífico, una vasta novela-río ubicada en el País Vasco, una narración recorrida por el telurismo ancestral, por un designio mítico-fundacional, por la que fluyen las generaciones de dos familias, los acaudalados Baskardo y los humildes Altube, los vástagos, legítimos unos, bastardos los otros, entretejiendo sus destinos para urdir así el tapiz intrahistórico del País Vasco.

En el sucederse de los triunfos, las desgracias y la muerte, de personajes shakespeareanos (la ambigua Ella, factor desencadenante al quedarse embarazada) y de encarnaciones de tipos sociales como el intelectual irresoluto, se asiste a la ondulación de la vida colectiva de Euskadi durante el siglo XX, desde el nacionalismo de Arana, el auge de la industrialización metalúrgica y el crecimiento de de una burguesía conservadora (y cómplice de Franco) hasta la represión de la posguerra, el surgimiento de ETA, la crisis industrial, el nuevo Bilbao, el museo Guggenheim y las oscuras sombras del terrorismo... El panorama histórico y social que abarca da la impresión de totalidad y de objetividad narrativa, no porque Pinilla haya recurrido al expediente de la impasibilidad narrativa, sino porque, muy al contrario, la multitud de narradores y perspectivas, junto al distanciamiento que interpone el autor implícito, logran que el conjunto parezca venir de una fuente externa y como indiferente al tiempo. Si por un lado la polifonía y la turbamulta de personajes impiden una visión unilateral de la realidad vasca, por otro esa realidad se enriquece con un tratamiento próximo a veces al realismo maravilloso. La falta de entendimiento entre las gentes del valle y las de las minas (las “colinas rojas”), entre la oligarquía industrial y la Euskadi rural, son descritas en el escenario de Getxo, que adquiere las características simbólicas de una sinécdoque espacial. (págs. 768-770)