viernes, 23 de marzo de 2018

Senderos en el Getxo de Ramiro Pinilla

Una invitación a la lectura

Para entrar en el Getxo literario de Ramiro Pinilla hay varios senderos o caminos por donde acceder.


El camino más antiguo es el de Las ciegas hormigas, que lleva al acantilado de La Galea, con su faro, su fuerte; a la playa, y al pueblo de Algorta, con su cruce Cuatro Caminos, su plaza, su cine… Pero, desde él, no se abarca una panorámica de todo el territorio.

Hay un sendero, de corto recorrido: Recuerda, oh, recuerda, desde el que se ofrece una vasta panorámica a escala reducida del territorio de los verdes valles de su trilogía. De entre todos sus cuentos, este, había dicho Pinilla era el que más le gustaba.

Pero para entrar por la puerta grande hay que seguir el camino que marca La tierra convulsa. Y este camino que se detiene, y avanza, y retrocede y continúa avanzando, va saltando de un lugar a otro. Es un camino largo, que hay que tomar con calma porque continúa  con los otros dos tomos: Los cuerpos desnudos y Las cenizas del hierro.

A veces uno quiere aproximarse a un trozo escogido del territorio, como puede ser Sugarkea, donde moran unos seres primitivos, los Baskardo, y es Andanzas de Txiki Baskardo el camino a seguir.

O tal vez coger la senda que lleva, a través de La higuera, al Instituto de enseñanza media, en la vega de Fadura.

O senderos más introspectivos, por los que nos lleva Quince años, que se adentran en la psique del personaje de don Manuel Goenaga, el maestro nacionalista.

Otras veces, es desde la librería Beltza, de donde sale el sendero que avanza por el territorio, esta vez  salpicado con crímenes que, el librero Sancho Bordaberri, metido a investigador, se decidirá a resolver:  Sólo un muerto más, El cementerio vacío, Cadáveres en la playa.

Finalmente, hay unos senderos que, desde varios ángulos, se adentran en el Getxo literario de Ramiro Pinilla enriqueciendo su perspectiva: Todo el mundo se llama Arrigunaga.





viernes, 23 de febrero de 2018

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás (y 5)


En Arrigunaga, donde empezó todo, con Pinilla:domingo, 5 de octubre de 2008

          
          Puntuales (habíamos quedado a la una y media), aparecen Ramiro Pinilla y una mujer bajando por la estrada Torrebarria en dirección a La Venta. Ella le va agarrando por el codo, como ayudándole a caminar. Voy a su encuentro. Ramiro nos presenta. Ella es María Bengoa, “su amiga periodista” que me mencionó en el encuentro de las once. (A lo largo de este nuevo encuentro, ella le llama muchas veces “cariño”. Sin duda que debe ser ella a la que se refiere,(en alguna entrevista lo he leído), cuando al preguntarle un periodista sobre la buena suerte de ahora, a sus años, en el amor, él lo reconoce: “Ya era hora, aunque yo sea ya un poco mayor”).
          Trae María una bolsa de papel con unos libros que Pinilla me regala. Son de su editorial; entre ellos veo un ejemplar de  Andanzas de Txiki Baskardo,del que yo le había  hablado y pedido. “Los tenía en el gallinero -me dice Maria al darme la bolsa-. Y es cierto porque, en su tiempo, tuvo allí doscientas gallinas. Ahora es un trastero”.
          Agradeciéndoselo, miro brevemente la portada de los libros. Al guardarlos de nuevo, él me pregunta: “Gustavo, ¿tienes alguna dieta o régimen especial?” Al contestarle que como de todo, continua: “Te lo digo porque cuando salimos, solemos ir comer un par de huevos fritos con salchichas a Arrigúnaga. ¿Te parece?”. Todavía en la nube le contesto:“Bien, y, si además ponen una patatas fritas, pues también me las comeré”.
          Comenzamos a caminar, desde La Venta, siguiendo la avenida del Ángel. Caminamos lentamente y, en el trayecto hacia la playa, vamos charlando sobre sus libros, su aislamiento durante muchos años y la marginación provocados por el poder político local y el autonómico. “En Getxo domina el PNV i el PP. Y claro, Ramiro es anacionalista y de izquierdas”- comenta María- y, cuando se iba a conceder el premio de Euzkadi, el jurado reclamó al Gobierno autonómico, que había entregado una lista de escritores,  algunos nombres de escritores que faltaban; entre ellos, el de Pinilla. Y fue él el ganador”.
         Pero también ha sido valorado como escritor por parte de otros. María habla de la opinión favorable de Rafael Azcona y del reconocimiento que  La higuera ha recibido en Alemania al ser considerada entre las 10 mejores novelas del año.
          Es curioso que en estos temas de reconocimiento literario, Pinilla se mantiene al margen. Ni abunda en el tema, ni intenta explicarlo. Sin embargo, se reafirma en su anacionalismo militante, si sale el tema.
         Como el viernes estuve en la biblioteca hojeando la revista Galea, de la que él fue propulsor y, durante un tiempo, director, le comento que leí el editorial que dedicó contra el fascismo de los terroristas que habían puesto una bomba en la sede de la redacción. “Piensa, Gustavo, que nadie de Getxo vino, personalmente, a decirme que lo sentía”. La bomba puso punto final a la revista.
          Cuando nos estamos acercando a la playa, Ramiro comienza a hablar de ella y de los alrededores, que le traen tantos recuerdos. Nos paramos delante de la zona de césped y parque infantil;lugar, en parte, antes ocupado por el caserío Arrune. Aquí pasó los veranos desde el primer año hasta que tenía trece, que es cuando comenzó la Guerra Civil.
           Nos sentamos en una mesa del chiringuito que hay en la playa. Pedimos los huevos fritos con patatas fritas y lomo (no había salchichas, aquella tarde). 
      Yo le voy preguntando sobre algunas anotaciones que tengo en la libreta sobre lugares, que repetidamente salen en sus obras. Le pregunto por la peña Abasota (“aquella”, me la señala), , las peñas de Kobo ( “las que están en el mar del acantilado de La Galea”). “¿Ves esas rocas que sobresalen un poco de las superficie del mar, ahí cerca de la playa? Son las peñas Eskarrakarramarro. Cuando la marea es alta no se ven.”
          Como la vista del acantilado de la Galea es tan excepcional le pregunto si era real el camino que desde la playa seguía hasta arriba, por el acantilado, tal como aparece en Las ciegas hormigas. “Sí, existió un camino hoy ya desaparecido”. “Y, ¿es sitio de suicidios?, porque, en varios momentos de la trilogía, algunos personajes aluden a tirarse por La Galea y un hijo de la marquesa,Jaso, se tira por el acantilado”. Me responde que se suelen dar casos cada año  “y, a veces se lanzan con el coche”.
           Voy aprovechando para saber de la localización de ciertos sitios: como la escuela (está “casi enfrente de la iglesia de Los Trinitarios”); La Venta; la ermita del Ángel (“la del milagro de de Totacoxe”); la iglesia de San Baskardo (“la de Andra Mari”), el palacio Galeón ( “en Punta Begoña”, me dice María), la mansión de los Oiaindía ( “en el cruce Venancios”).
             Hablamos de algunos personajes: Ella, Roque, Isidora (¿La Pasionaria?), Don Manuel “personaje renqueante; por un lado tiene la razón y por otro la fe nacionalista; como está entre dos polos sufre”. Y sin embargo no hablamos de Asier, que es el personaje con el que él más se identifica.
           Pero sí, de sus personajes mujeres. “Desde siempre he creído en el papel transformador de la mujer; no es que lo escriba ahora por ser un poco lo que  se lleva. ¿Has notado el poder que las mujeres tienen en mis novelas? Si te fijas en Ella, en Fabiola, en su hija o en Cristina verás que son mujeres con una fuerza, con un empuje que para bien o para mal, influyen en lo que les rodea”.
           No podía dejar de salir otro escenario, La Arboleda, del primer tomo de su trilogía: . Le comento que lo leído en el libro sobre la vida de los mineros, sus luchas, su miseria... parece extraído de un libro de historia. “Nunca he estado en La Arboleda. No suelo visitar los lugares de los que escribo. Había leído mucho sobre el mundo de las minas” Me comenta que, excepto Isidora, Roque y uno o dos  personajes más, el resto de personas y hechos son reales.
            Habíamos comenzado a comer a las dos y ya son las cinco. “Bueno, Gustavo- me dice Pinilla- yo necesito echarme una siesta. Cada día lo hago”.  Yo quiero aprovechar todo lo que pueda y le digo: “Yo os acompaño hasta La Venta y desde allí me vuelvo”.
          Desandamos el camino que habíamos hecho al venir y pasamos por la calle Altube, que, aunque pueda parecer lo contrario, nada tiene que ver ni con el caserío Altubena. Hacemos un alto en la terraza del hotel Maitena para tomar un helado (“yo, un almendrado, como siempre” dice Ramiro) y que descanse el escritor. Ahora charlamos de nuestros hijos; sé que él luchó mucho por ellos.
             Después reanudamos la vuelta por la avenida del Ángel. Estando ya al lado de La Venta, María me hace notar que enfrente está la tienda de La Blasa donde Efrén, en el piso de arriba, pone su gestoría de seguros. 
           Es aquí donde les digo: “Os acompaño hasta el punto exacto del encuentro de esta mañana”. Pasamos la carretera y el punto de encuentro es ahora punto de despedida. “Si vienes otra vez, llámame”, me dice Pinilla. Y aquí, con abrazos, nos despedimos.

           Y, robándole una frase, aunque la saque de contexto, yo también puedo decir que “en Arrigunaga empezó todo”. En “su playa”, a lo largo de mi conversación con él, acabé dejándome atrapar por la figura literaria y personal de este hombre. Cuando llegué a casa tenía claro que iba a preparar una ruta por el territorio del Getxo literario  (y humano) de Pinilla. Y, hasta la fecha de hoy, sigue viva.


martes, 23 de enero de 2018

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás (4)


En la estrada Torrebarria con Pinilla: domingo, 5 de octubre de 2008 

(En la entrada anterior explicaba cómo lo abordé en esta estrada y mi presentación.)


Entonces le explico mis lecturas, el viernes, con su primer volumen de la trilogía, en la playa de Arrigúnaga, un poco después en La Galea  y por la tarde en La Venta. Le hablo también de la visita a La Arboleda, el sábado, leyendo escenas de Roque e Isidora.

“No puedo creerme que hayas venido sólo para eso”, me dice. Y yo: “Pues es el segundo viaje que hago. El primero fue con mi mujer y, ahora que puedo porque estoy jubilado, he venido solo”. Veo que tiene la paciencia de escucharme cómo surgió, de improviso, la idea de nuestro primer viaje en 2007 y la realización .

Me insiste que no sale de su asombro. “No creas que me pasa cada día que viene alguien y me dice que está visitando lugares de mis novelas. Me honra que hagas esto. Y a continuación me dice sonriente y, por lo que oigo, incrédulo: “Pero, ¿de verdad que has hecho este viaje por mí?”-

Le comento que he leído bastantes libros suyos y que sé de sus premios literarios. Me sonrío cuando me dice sobre ellos:” Como ya soy viejo, parece que los dan antes de morir. Pero no saben que ahora los viejos tenemos una vida larga”. Y aprovechando su sorna, le comento que me había parecido que en sus novelas había mucho sentido del humor - algunos diálogos son extraordinarios- y situaciones que movían a risa y me comenta que sí, que el humor ha sido muy importante en su narrativa.

Seguimos hablando sin movernos de la estrada. (El hecho de que un escritor al que admiras, te escuche de la manera como lo hacía él, no me dejaba salir de mi asombro y agradecimiento). Al comentarle que me gustaría leer sus libros de su ditorial Libropueblo, que eran difíciles de encontrar en Barcelona, me dice: “Ya miraré por casa; que me quedan algunos ejemplares”. Entonces le pregunto por Andanzas de Txiki Baskardo.Creo que tengo algún ejemplar, pero está muy roto”, me dice. “Me es igual- le respondo-. Ya lo encuadernaré”. Entonces me habla de su afición, antes, a encuadernarse los fascículos que iba comprando.

Me pregunta si he leído el libro de Antonio B. el ruso.“Sí,-le contesto-,  en la edición anterior a la de Tusquets, pero no recuerdo la editora. Tenía el título diferente: Antonio B. el rojo. Y no entiendo por qué le has cambiado el adjetivo”. Me comenta que con la dictadura podía haber sido perjudicial para Antonio, personaje real, el  adjetivo ruso por las posibles connotaciones políticas, aunque no tuviera nada que ver; que el franquismo tenía obsesiones nefastas, me dice.

“¿Y cómo lo conseguiste encontrar?”. Le explico que lo encontré casualmente en una biblioteca de Mataró; estaba entre los libros no informatizados y la bibliotecaria me lo proporcionó, junto con Recuerda,oh, recuerda (en edición defectuosa) y Seno, finalista del premio Planeta del 71.

Todavía estamos hablando en el sitio donde comienza la estrada. Como me va dando confianza le pregunto a botepronto: “Por cierto, nos tienes prometida una novela policíaca para desentrañar un crimen que en la trilogía no lo desvelas”. Me responde: “En febrero se publica la obra”. Y yo:“Estupendo. Pues la estaré esperando con ganas”.

Aparte de sus obras le hablo de su ateísmo, que no desaprovecha ocasión de defenderlo, le pregunto por su aversión al nacionalismo (“Soy anacionalista. Estoy en contra de cualquier nacionalismo. El nacionalismo hace mucho mal a la gente”)  y de su pasado comunista y le comento su claro posicionamiento  con los mineros oprimidos de las “colinas rojas” (“Tengo que explicarlo porque la gente joven no sabe nada de la tremenda explotación en aquellas minas. El capitalismo vasco tiene gran parte de su origen en esos lugares y años”). Se queda admirado (y eso me halaga) de lo informado que estoy de su obra y de su persona.

Llevábamos una hora (ahora que lo recuerdo, ni me lo creo) hablando. Ya eran las doce y él había salido a comprar el periódico y a dar el paseo matutino por La Galea. Yo estaba tan embebido hablando, que no era consciente de que le estaba robando tiempo y de que estaba él, con 85 años, de pie, aguantándome.

Y entonces, ¡oh destino!, me dice: “Yo ahora tengo que delinear el día. En casa me está esperando una amiga periodista. Si quieres, estás aquí a la una y media y comemos juntos en la playa de Arrigúnaga. El día invita a comer fuera”. Algo aturdido por tanta amabilidad al escucharme y por el ofrecimiento le digo: “¿En Arrigúnaga?” No tardé ni un segundo en responder.Naturalmente que acepto”. Y aunque hubiese hecho un tiempo de perros también  habría aceptado y donde él hubiese propuesto. 

Me despido hasta la una y media. Hacía un sol reluciente y cálido, casi quemaba. ¿O era yo el que ardía por dentro? Yo no podía con tanta emoción. Y me lanzo nervioso al teléfono para decirle a Loles, mi mujer: ¿Sabes con quién voy a comer dentro de un rato? Pero no hay respuesta a la llamada.

Subo hasta La Galea para hacer tiempo. Me siento en uno de los bancos orientados al mar y mientras escribo notas de mi encuentro, voy mirando el mar salpicado de barquitos de vela. Pero es al reloj al que miro una y otra vez. Ahora mi mente está en lo que vendrá: ¡la cita a la una y media!


miércoles, 6 de diciembre de 2017

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás (3)


Mi primer encuentro con Pinilla.




Este es el punto exacto de la estrada donde abordé al escritor.Era el domingo, 5 de octubre de 2008.

Mi ruta literaria del sábado, día 4, había sido por el otro escenario de la obra de Pinilla, La Arboleda, en “las colinas rojas”, el poblado minero que está al otro lado de la ría.

Cuando vuelvo a Algorta, ya anocheciendo, me dirijo a la cafetería Jolas Aurre de Mikel, en la plaza San Nicolás. Extrañado,  por mi excursión, cuando se la explico, él me pregunta el motivo. “Soy un lector de un escritor de Getxo, Ramiro Pinilla, y he venido de Barcelona a  hacer una ruta literaria. Estoy visitando los dos escenarios, Getxo y La Arboleda, de las tres novelas que he leído: ”.

Coincidencia curiosa. El también ha sido lector de su paisano. Conoce algo de su obra, dice, y su experiencia literaria en Libropueblo. Me habla, incluso, de un libro que yo no he leído, que a él le gusta mucho, Las andanzas de Txiqui Baskardo. Me nombra el barrio donde vive, Andra Mari y me habla de la sencillez y humanidad de un hombre que dirigía la revista vecinal  Galea; y de una persona que era muy asequible. Mikel me había puesto el gusanillo en el cuerpo.

El domingo, día 5, voy a desayunar a su cafetería. Me he levantado con la decisión de ir  al barrio donde vive el escritor. Se lo digo. Y él: “¿Vas a probar? Venga, ¡a ver si hay suerte!”.

Me pongo en camino y, cuando llego al barrio, no sé por dónde empezar. Paso al lado del quiosco; hay gente comprando la prensa o revistas. Paso de largo entre la gente; me cuesta importunar. Voy hacia el sector de casas que hay cerca. Sé que vive en una casa con un rótulo en el muro de la entrada que pone WALDEN. Voy mirando a ver si por casualidad lo localizo. Nada. Desisto de probar fortuna.

Veo un señor. Voy a su encuentro, me atrevo, pidiendo disculpas: “Hola señor, ¿conoce usted a un escritor de Getxo llamado Ramiro Pinilla?” Me contesta: “Sé que vive por aquí pero no tengo ni idea, que este barrio es muy grande. Pregunte usted al del quiosco que nos conoce a todos”. 

Sigo sin dirección fija. Le pregunto a otro señor mayor pero no lo conoce y me recomienda que vaya al vendedor del quiosco. Pues allá voy. Hay gente, ahora también,  haciendo cola; debe ser este un barrio muy lector, pienso.  Me pongo en la fila; guardo turno. Cuando me toca, le pregunto al quiosquero: “¿Sabe usted dónde vive Ramiro Pinilla?” “Sí sé que vive por esa estrada adelante pero ya no le puedo indicar más”. Decepción.

Como el quiosco está al lado de La Venta, entro en el bar; y sigo insistiendo. Hay algunos clientes. Me dirijo directamente al barman, cuando me sirve el café pedido. Como es joven, le tuteo: “¿Sabes dónde vive Ramiro Pinilla?”.“No", me contesta; y sigue: "Es fácil verlo por aquí cerca, porque viene a por el pan  o a por el diario, pero no sé dónde vive”. E inmediatamente, pregunta en voz alta: “¿Alguien sabe dónde vive Ramiro Pinilla?”. Oigo, a mis espaldas, una voz de mujer: “¿Quién pregunta por él?”. La que habla es una señora que está desayunando, al lado de  un hombre más joven, sentados, compartiendo mesa.

Me acerco. “Yo”, le digo: “Somos vecinos, - me dice ella -. Vive al lado mismo de nuestra casa”. Me explica el camino a seguir: subir por la estrada Torrebarria, “esa de ahí enfrente”, me explica señalándomela; se llega a una bifurcación y hay que seguir por donde dice Particular de Uri y, a continuación, a unos metros, “allá encontrará la casa, con un rótulo en su entrada: Walden”. 

Sin saber, de verdad, cómo agradecérselo, salgo del bar. No había dado ni tres pasos cuando oigo detrás de mí una voz que me dice: “Mire, señor, ese señor de niqui blanco que baja es Pinilla”. Era el joven que estaba sentado a su lado.

Un señor con gorra (no con txapela como yo lo había visto en fotografías), con  niqui claro y un bastón bajaba lentamente. Sé que tiene dificultades de visión. 

Tal como lo veo, cruzo la calle, y voy decidido:
“Buenos días. Usted es Ramiro Pinilla, ¿no?”  Sin darle tiempo a responder, añado: “Perdone, es una pregunta tonta porque me acaban de decir que sí es usted” Y yo, emocionado y nervioso le digo:” Pues se me acaba de aparecer Dios”. Pone cara de extrañeza, de no entender. Ante mi nerviosismo tengo que corregir inmediatamente: “Perdone. Ya sé que usted es ateo; pero la frase…es un decir. Se me ha escapado. No tiene más importancia”.

 Y,entonces, me presento:
“Me llamo Gustavo Iduriaga y he venido de Barcelona porque  estoy recorriendo algunos de los lugares de tu trilogía. Estoy haciendo un viaje literario".

Y, ahí, fijos en el mismo sitio de esa estrada estuvimos hablando durante mucho rato. Yo estaba que no me lo creía... La conversación que mantuvimos la explicaré en otra entrada.


jueves, 23 de noviembre de 2017

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás (2)


En busca de libros de Ramiro Pinilla por librerías y bibliotecas…


Después del viaje en la Semana Santa del 2007, conseguí en una librería de segunda mano de Barcelona Las ciegas hormigas, premio Nadal 1960. Como gran parte de la trama se desarrolla en el entorno de Arrigúnaga y La Galea, en algunos de los lugares que habíamos visitado hacía tan poco, viví la lectura situando las personas y la acción en su lugar. Mientras leía iba viendo  el viejo fuerte y el faro, el molino, el cementerio, los caminos de “abundante argoma erizada de pequeños pinchos”, los pinares y abajo, en el mar, El Abra y la playa con las ruinas de ¿un viejo castillo?

Simultaneaba la lectura del Nadal con la lectura, también, en páginas de Internet, de entrevistas con el novelista que algunos diarios habían publicado. Poco a poco fui conociendo aspectos de su vida; sus ideas;  su voluntario exilio literario del circuito comercial en editoriales importantes y sus motivos; sus   andanzas literarias impulsando una revista local y un taller de escritura, y sus premios literarios.


Al consultar la lista de sus libros publicados, había leído que fue finalista del Premio Planeta en 1971 con una novela titulada Seno. Pregunté en las bibliotecas más próximas del pueblo donde vivo y en ninguna la tenían. Pero, un día, entré en Mataró en una biblioteca de una caja de ahorros preguntando por los libros de Ramiro Pinilla. Aquí sí que lo tenían. Además de Seno, me facilitaron  los dos tomos de  Antonio B. El Rojo, ciudadano de tercera y un tercer título, Recuerda, oh recuerda de la editorial Libropueblo.

En el verano del 2008, cuando comencé la relectura de La tierra convulsa, ya podía decir que empezaba a tener  un pequeño conocimiento de la persona y de la obra literaria de Ramiro Pinilla.


… y segundo viaje literario por los verdes valles


En agosto lo había acabado de releer y mi idea de volver a Getxo cada vez era más firme. Quería hacer un viaje literario, me faltaban lugares por localizar: La Venta,  La Arboleda, al otro lado de la ría, entre los valles mineros. ¿Y Oiarzena, dónde estará, esa casa comuna tan presente en el segundo volumen? me preguntaba. Quería recoger información sobre algunos lugares de su Getxo literario y su actividad literaria preguntando a gente, consultando en la biblioteca, revisando periódicos o publicaciones.


A primeros de octubre, era viernes 3,  hice el viaje en tren hasta Bilbao y desde aquí a Getxo. Y ya en la población, aunque el día fue bastante desapacible, a veces con sirimiri, a veces con lluvia intensa, a veces con sol y otras veces con fuertes rachas de viento, hice, decidido, lo que había venido a hacer. Con chubasquero y paraguas me puse en marcha y una mochila con el volumen mencionado.


El primer sitio donde voy es a la playa de Arrigunaga. Solamente estoy yo. Me voy paso a paso, sintiendo la arena mojada bajo mis pies, hacia las rocas que están bajo el acantilado de La Galea. Llego y me siento sobre una roca algo húmeda. El paraguas abierto me protege de las rachas de viento, cuando sopla, o del sirimiri cuando se hace presente.  Leo unas de las primeras páginas (26-30). Aquí, en Kobo, al pie de La Galea, donde estoy, entre la peñas,  están pescando Martxel y Jaso, los hijos de Cristina la marquesa y los niños del caserío Altubena. Mientras están pescando ven a Félix Apraiz, el único pescador, comentan, que ha visto al Negro, el gran congrio.

Sigo leyendo, recreando, otra escena que me fascina (210-218). Por el otro extremo de la playa, por donde se extiende la Peña Abasota, aparecen Roque e Isidora. El la ha traído en una barca; han desembarcado en Las Arenas. Después de atravesar la playa de Ereaga y el Puerto Viejo, han bajado el monte de la playa de Arrigúnaga.  Ya están en la playa. Tras titubeos y remordimientos de Roque,  a pesar de haber sido él quien la ha convencido para venir a ”su playa”, los dos acabarán haciendo lo que, según se dice en Getxo, hacen los Baskardo de Sugarkea, machos y hembras, dentro de la mar.


Esto es lo que había estado esperando al releer el libro: encontrar los sitios donde poder ser yo espectador del relato.


Deshago el camino por la arena de la playa. Subo hacia el acantilado. Desde arriba, y con toda la amplitud de la playa bajo mis ojos, me siento y leo. Ahora la playa de Arrigúnaga es el escenario del campeonato de foot-ball que los marinos ingleses de los cargueros que traen carbón y se llevan el mineral de hierro, disputan “casi a diario” entre ellos (95-98).

Ya ha acabado el partido y luce un sol entre nubes. Me voy siguiendo la carretera dea La Galea. Satisfecho, voy paseando sonriente pensando en lo que he disfrutado leyendo. Ha pasado un rato y veo que enfrente, por Punta Galea se ha formado un cielo plomizo,  negruzco. Me parece amenazador. Me doy media vuelta y, al cabo de unos minutos, descarga una tormenta de agua con un fuerte viento racheado. Calado totalmente, vuelvo a la pensión. La tormenta amaina peo sigue la lluvia.


Cuando a media tarde deja de llover, me pongo en marcha en dirección a La Venta. He tenido que preguntar pero la he encontrado. ¡Por fin! Era uno de mis objetivos del viaje. Son muchas las escenas que Pinilla localiza en ella. Y las referencias a esta taberna son numerosísimas.



Entro. Sólo hay una persona. Pido un txacoli. ¿Qué otra cosa podía pedir si voy a estar con Roque Altube? Y me siento, al fondo, en una silla. La mesa me sirve de soporte para el libro y la copa.  Roque ha pedido aguardiente. Entra Martín Larreko, descendiente de aquel Larreko que se disputaba con Etxe la propiedad de aquel gran bloque aparecido en la playa de Arrigunaga. Todavía Las Juntas de Gernika no han dictaminado a quién pertenece, si a Etxe que lo vio primero o a Larreko que lo subió con sus bueyes hasta ahí. Roque retoma la controversia sobre la propiedad de la Madera, el Mostrador. (La tierra convulsa, 637-649).

Acabada la lectura me paseo por los alrededores y me paro delante de la ermita del Angel (¿el Angel de Totacoxe?) y doy la vuelta por el exterior de la iglesia de Andra Mari, toda ella cubierta de andamios y telas que envuelven casi todo el recinto exterior. Me preguntaba si esta era la iglesia de San Baskardo. 


Al día siguiente me topé con Ramiro Pinilla, muy cerca de La Venta. ¡"Y ahí empezó todo"!

lunes, 23 de octubre de 2017

Rutas por los verdes valles: echando la vista atrás(1)



El fin de semana de septiembre, los días 16 y 17, sábado y domingo, hicimos dos rutas literarias por  los escenarios de los verdes valles. El Ayuntamineto lo había programado como homenaje y recuerdo de la fecha del nacimiento de Ramiro Pinilla, el día 13 de septiembre. En la entrada anterior del blog, yo explicaba que sería la tercera tanda de las que se realizarían este año.

Las rutas se enmarcaban en la apuesta que el Ayuntamiento de Getxo había hecho para potenciar la figura del escritor como reclamo turístico durante este año 2017 ya que “en este momento existe demanda de visitantes por conocer los lugares en los que se basan las novelas de Pinilla”. Son palabras de Irantzu Uriarte en la nota de prensa de fecha 17/03/28.

Como ocurre en casi las 20 rutas  que, a lo largo de siete años, he ido realizando, siempre hay alguna o algún participante que me pregunta por la carambola de ser yo de Navarra, vivir en Barcelona y estar embarcado en esta ruta en Getxo.

Y, entonces, aprovechando  el espacio de ida de un lugar a otro, explico cómo fuicaptado por la obra de Ramiro Pinilla y cómo surgió mi primera ruta literaria en Getxo. Así fue:

Lo comencé a leer en octubre de 2006.  Le habían dado el Premio Nacional de Narrativa 2006 del Ministerio de Cultura por el tercer tomo Las cenizas del hierro que completaba la trilogía Verdes valles, colinas rojas.  Había yo leído un breve comentario que hablaba sobre lo que representaba esta gran obra recién publicada. Decidimos comprar los tres volúmenes.

Encaré el primer tomo La tierra convulsa. Como,  en cuanto podía, estaba con el libro entre las manos, me dijo mi mujer, Loles: ¿Te está enganchando, verdad? Y yo le respondí.”Si. Ya lo ves”.

Como los libros requerían tiempo porque son de más de 600 páginas cada uno,  y yo disponía de bastante, continué con Los cuerpos desnudos y, sin darme tregua, una vez acabado, me metí en el tercer volumen Las cenizas del hierro. Tal como los iba acabando se los iba pasando ella. Vi también que los leía con mucha atención.

Y de ella salió la idea de viajar a Getxo: “¿Por qué no vamos a conocer el Getxo de este Pinilla? Lo dijo como sin darle importancia. “Después de tantas veces como aparecen algunos nombres de lugares, podríamos ir y ver de localizarlos” -, añadió. No nos costó mucho decidirnos. Así que nos fuimos para Getxo. El viaje fue en la Semana Santa del 2007..

Era el lunes cuando llegamos a Getxo. Nos dirigimos al centro. Aparcamos. “¿Por qué lugar preguntamos?” nos dijimos antes de continuar. Había nombres que nos sonaban mucho: La Venta, la Campa del Roble, la playa de Arrigúnaga, La Galea,... Preguntamos por ésta última.

La referencia que nos dieron fue la presencia de un molino con aspas. Fue fácil encontrarlo. Sus aspas lo hacen visible desde lejos. Delante de él, vimos y paseamos por encima  del acantilado que lleva el nombre de La Galea.

Y en su base, descubrimos la playa de Arrigúnaga. Fuimos bajando hasta ella haciendo una parada en las ruinas de “¿un antiguo castillo?” ¿Era éste el que Pinilla alude en su trilogía en varios pasajes?  Desde allí bajamos a pisar la arena de la mítica playa de la trilogía. Son muchísimas las escenas que tienen esta playa como escenario.

“Aquí, en esta playa, es donde…” Nos sentamos a recordar algunas de ellas y a disfrutar del paisaje: rocas a derecha e izquierda, el acantilado, las olas de la playa, barcos por la ría del Nervión, montes verdes al otro lado...

Luego, recorrimos el camino que, desde la playa, sube hasta enlazar con el asfaltado que nos llevó hasta el antiguo fuerte, el faro y Punta Galea.

Al día siguiente, martes, visitamos el Puerto Viejo de Algorta, (¡qué bonito y coqueto!), el barrio de Andra Mari y su iglesia (¡encantadora!) y ¿la Campa del Roble, dónde? Justo delante de la iglesia de Andra Mari hay un paseo ajardinado que asciende suavemente hacia La Galea. Abordé a una señora que estaba paseando su perro. Era de las de Getxo de toda la vida. “Aquí nací y aquí vivo”,me dijo. Le pregunté: “¿Conoce usted por aquí un lugar llamado la Campa del Roble?”Me contestó que nunca había oído ese nombre.

Paseando por la tarde por la playa de Ereaga y viendo las enormes arcadas  que están en la llamada Punta Begoña, haciendo esquina entre la calle Muelle de Ereaga y  el paseo Marqués de Arriluze, me las señaló  mi mujer diciéndome:“Este podía ser el Palacio Galeón”. 

El tercer día aparcamos el coche en la calle Bajada de Arrigúnaga. Loles presentía que alguna de las casas de los alrededores sería la de Pinilla. Sabíamos- lo habíamos leído y visto en una entrevista- que en la puerta que daba al jardín había un letrero con el nombre de Walden. Se fue a probar suerte. Esta vez la intuición le falló. No era este el sitio.

Mientras tanto, yo me dirigí a un señor mayor que pasaba al lado mío preguntándole si era de Getxo y si conocía a un escritor local llamado Ramiro Pinilla. Me contestó que era nacido en el  barrio  pero que no le sonaba ese nombre por ahí. Lo mismo le pregunté a una pareja joven que subía por la calle. Nunca habían oído su nombre.

Curiosamente, cerca de esta calle hay un cruce de calles. Merodeando por una de ellas,  vimos un edificio escolar, de planta baja y un poco alargado. Aquí intuyó  Loles que era la escuela de Algorta donde don Manuel, el maestro nacionalista, daba clase a los niños y la señorita Mercedes, su prometida, a las niñas. (Lo de las diversas intuiciones, que me dejaban perplejo, resultaron ser ciertas).

El día de Jueves Santo volvíamos para Barcelona. Recién iniciada la vuelta pasamos por delante de un restaurante llamado La Venta. Lo habíamos tenido cerquísima pero, sin embargo, no la habíamos visto. Nos marchamos con el gusanillo de que nos faltaban lugares por conocer del Getxo de “este Pinilla”.


Esta fue mi primera incursión en el territorio del escritor.

viernes, 23 de junio de 2017

Si RAMIRO PINILLA supiera…


que,  desde la primera ruta literaria que hicimos en 2010, ya llevamos 18…


que,  desde entonces,  ya han pasado más de  300 personas por su Getxo literario:  librería Beltza, la Cadena, la escuela de don Manuel y la señorita Mercedes, la playa de Arrigunaga, el caserío Arrune, La Galea, el cementerio, Sugarkea, el barrio y la iglesia de San Baskardo, el cruce de Laparkobaso...

que vienen parejas, amigas,  alguna – Susana- con un sobrino de 14 años (¡que aguantó, entusiamado, las 3 horas de ruta!), madres con su hija veinteañera…personas en solitario…

que algunas  participantes son o han sido lectoras suyas, que otras han venido a conocer esa ruta y que se marchan con el gusanillo de leerle… y que algunas han repetido la ruta porque lo estaban leyendo y de esta forma,  me comentaban, entendían mejor lo que se explica y disfrutaban más, y que también vienen personas que lo habían conocido personalmente  a recordarlo…

que el Ayuntamiento de Getxo ha lanzado su nombre como reclamo turístico literario de Getxo… y que la gente está respondiendo cada vez más.  Comenzamos con una oferta 20 plazas por día, en abril; pero inmediatamente la subimos a 25. Las 2 últimas rutas, en junio, han sido de 30 plazas, (la pena, hay que decir, es que hay gente que da su nombre y no acuden y, en cambio,  alguien en la reserva, se queda sin poder participar). También tengo que decir que alguien se ha presentado a la hora del comienzo y, aunque no estaba en la lista, ha participado.

Si Ramiro supiera todo esto y más… estaría contento porque, aunque solitario y ajeno a fastos y celebraciones para con su obra y persona, sabemos que él, como los gatos, cuando se les acaricia el lomo, ronronean…

¿Que por qué sé que estaría contento? Porque me lo dijo agradecido en 2010. Aunque siempre quiso estar apartado de esta iniciativa, no por eso dejó de darme las gracias  por  “el interés que mostraba por sus cosas”. Fue un domingo de mayo de 2010. Yo llegaba a mi casa, en Barcelona,  y Ramiro Pinilla  me llamó por teléfono para agradecérmelo.



Las dos últimas rutas fueron el 3 y 4 de junio como recuerdo que la acción de Verdes valles, colinas rojas, comienza el 3 de junio de 1889. El domingo 4 con la presencia de Maria Bengoa, viuda de Ramiro Pinilla, enriqueciendo la ruta con sus participación.

El inicio de estas rutas fue en el cruce Venancios (cruce de Laparkobaso)donde él situó el palacio de la marquesa de Oiaindia y es donde comienza la historia : 3 de junio de 1889.

Con motivo del aniversario de su nacimiento en setiembre (día 13) haremos 2 rutas más en el fin de semana del 16 y 17.


Si Ramiro Pinilla estuviese enterrado en el cementerio de La Galea  ( ¿o a lo mejor no estaría, según una leyenda suya?) le explicaríamos que hay mucha gente que no quiere que su obra quede en el olvido. Y por eso hacemos las rutas.