lunes, 20 de octubre de 2014

Tienda de Blasa, en el barrio de San Baskardo.




   "pues allí se presentó Camilo (Baskardo) en su birlocho con el cochero y otro ocupante”

En el barrio de San Baskardo de Pinilla hay un lugar mágico donde la inventiva del escritor se desborda: es LA VENTA; siempre presente en montones de páginas de su TRILOGIA y en todas las otras novelas de  este Getxo literario.


 Hay otros lugares de menor importancia en este barrio. Y uno de ellos es el que hay enfrente de La Venta. En una pared lateral hay pintado un nombre, “La taberna de Santi”. Hace muchos años este pequeño  edificio era una tienda antigua de las de pueblo, de las que te vendían de todo un poco.

En  sus innumerables paseos desde su casa hacia La Galea o siguiendo lo que antes era un camino asfaltado y ahora La Avenida del Angel, Ramiro Pinilla pasaba por delante de la tienda y me consta que también iba a comprar alguna cosilla que le faltaba. 

En este pequeño edificio, Efrén, formado en Inglaterra, hijo de Ella tenido con  Camilo Baskardo, el marido de la marquesa de Oiandía, ahora con 18 años, se dispondrá a montar una oficina con solo una mesa y tres sillas, sede de una compañía aseguradora “La Bolsa”. (La tierra convulsa, 659-676)

Un muchacho irá repartiendo unas octavillas anunciadoras de su inmediata apertura por calles, casas mercado, ferias… “Así fue como Getxo se enteró de la existencia de la compañía aseguradora que indemnizaba a las víctimas de rebaño de fieras..., o esto se creyó entonces” (659). El rebaño de fieras eran aquellas 28 llamas, que traídas de América para el indiano Saturnino Altube, habían causado grandes destrozos en casas, heredades  y campos de Getxo.

  La dirección de la compañía era: Sobre la tienda de Blasa. Barrio de San Baskardo. Allí acudieron los clientes a firmar un contrato en una cuartilla escrita por las dos caras con “letra ilegible de puro chica”. La firma de un contrato daría derecho a una indemnización. ¿Un engaño, el contrato?  Bastantes incautos, se dice que 97, lo firmaron. La cuota, 22 reales anuales.

Y hasta allí fue el padre de Efrén, con el que hasta ahora no había mantenido ningún tipo de relación, para firmar el contrato que le daría derecho a una indemnización por los destrozos en su mansión. "...pues allí se presentó Camilo en su birlocho con el cochero y otro ocupante” Pero parece ser que su abogado subió al piso, pero no firmó el contrato. Mala señal, pensaron muchos; “si el marqués no había firmado el contrato ellos tampoco debían haberlo firmado” (663)

Cuando un grupo de asegurados fue a cobrar la indemnización Efrén les dijo que su contrato les aseguraría de los daños producidos por un nuevo rebaño de llamas, que pueda,tal vez, llegar del Perú. La oficina no duró mucho.  “Supieron por la Blasa que había alquilado el piso por días y que le pagó veinte y que se despidió” (667) Y Efrén no había desembolsado  ni un real.

El maestro de Algorta redactó una carta (firmada por aquellos 97 clientes) a Efrén, solicitando la apertura de aquella o de otra oficina para asegurar que detrás de los contratos hay alguien que responde por ellos, si en un futuro viniesen más llamas.

Y ”al final de aquel octubre volvió a alquilar a Blasa el piso, que, esta vez, fue habitado por Angelo  Altube, el hijo natural que Saturnino mandó traer de  América en 1901 y que ahora tenía 10 años” Muy vivo y despierto, aparentaba tres o cuatro años más. “No sólo empezó a vivir en el piso sino que atendía la oficina; al menos, se sentaba en ella” (668) y parecía dominar “todos los resortes del negocio de seguros”. Pero, no fueron muchos los nuevos clientes. De 97 anteriores pasaron a ser 109. Aparte de eso, las crónicas getxotarras nada dicen  de la marcha de esta nueva andadura.

Sólo hablan del nuevo negocio ideado por Efrén y que el muchacho regentaría. “Alquiló a Blasa la lonja vacía de abajo ...” Sería el edificio, también, la sede de “la funeraria de San Baskardo”. La empezó con un “animal parecido a un caballo” y un “carro ruinoso” (673- 675) a los que, poco a poco, fue cuidando y mejorando. 

 Una funeraria que el niño supo sacar adelante en competencia con de la de los Ermo de Algorta, haciéndose con el servicio en el barrio de San Baskardo. El niño huitoto dejó sus cargos a los trece años. “Efrén reanudó los servicios de la funeraria con otro empleado pero ya no fue lo mismo” (676) La gente no olvidó a Angelo.


 (Muchas más cosas explica Pinilla en estas páginas y las siguientes sobre este niño , del que me dijo que podría dar mucho juego en una futura novela)

2 comentarios:

  1. Qué tristeza, Gustavo. Siempre nos quedará su obra. Un fuerte abrazo, Gabriel.

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    1. Y seguiremos adelante dándola a conocer. Porque hay otros lectores que están emprendiendo experiencias muy bonitas. Anabel me ha comentado dos: en el Instituto Caro Baroja los alumnos van a plantar una higuera en su homenaje y un grupo de estudiantes del Instituto Aixerrota han organizado un Club de Lectura virtual, a través de Twitter de "Aquella edad inolvidable". Un abrazo Gabriel

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