jueves, 23 de julio de 2015

Verdes valles... 1. La tierra convulsa

                   En aquel tiempo la mansión de Camilo Baskardo se hallaba rodeada de bosques,          jaros,prados y campos de cultivo (111)

Cruce de Venancios

En el Getxo real, la calle Maidagan, que pasa por el “barrio de San Baskardo”, desemboca en la calle Sarrikobaso, en un cruce, ahora convertido en rotonda. Hace unos 40 años, me comentó Lucia, hubo en este lugar una tienda modesta, propiedad de Venancio Fano, de quien el cruce tomó el nombre. Por lo visto y oído la gente le añade una ese al nombre del tendero y se le conoce como “el cruce de Venancios”

Este  es el “cruce de Laparkobaso” , en la trilogía Verdes valles, colinas rojas. En uno de los laterales que rodean este cruce  donde ahora hay un parque infantil, sitúa Pinilla la mansión de los Oiaindia- Baskardo. Aquí debió  haber, hay gente que la recuerda, una casa grande con su jardín de árboles y plantas.

-          ¿Por qué motivo colocas ahí el palacio de los Oiaindía? - le pregunté a Pinilla.
-    Primeramente, porque existe- me respondió-. Venancios es un nombre real. Y es un emplazamiento que me gustaba porque venía bien; colocar a un lado el palacio, el caserón…
-          ¿No hay más razón? – insistí.
-          No, no. Simplemente que en el momento de escribir  se me ocurre. Bueno, pues esto lo pongo aquí y ya está.

Aquí, en esta mansión-palacio, comienza la historia. Cristina Oiandía, la marquesa, sale con sus hijos para  visitar los caseríos de su propiedad. Ama esta tierra “Nada de cestas de comida. Nuestra tierra es pródiga” y ama sus gentes. “Mientras ellos existan sobre nuestra tierra…Mientras ellos sigan ahí...”

Pero algo está cambiando en este mundo rural. Uno de los mozos del caserío de Bukuena va a trabajar a una fábrica al otro lado de la ría. ¿Por qué?  “La tierra no da para mucho”, le responde la madre a la marquesa. Ella se resiste a verlo, no lo entiende. “Si al vasco le quitan su tierra no es nada. Y las fábricas viene a arrancar al vasco de su tierra”… ¿Es el inicio del final del  mundo de los Verdes valles?

Pero es que, además, todo está cambiando en la margen izquierda de la ría. A las Colinas rojas van llegando  a trabajar en las minas de mineral de hierro mucha gente de otros lugares, algunos con ideas nuevas de unión, de solidaridad de clase obrera, de lucha común contra la explotación obrera.

Y por si fuera poco, ELLA, una chiquilla pobre que llegó a las puertas de la casona de la marquesa con 17 años,  es el enemigo venido de fuera, que desde  dentro destruirá este mundo  y sus personas, dirá Don Manuel, el maestro nacionalista, 

ELLA, pasados los años y enriquecida,  fue construyendo enfrente de la mansión,  un “palacio medio árabe”. Tres  años tardaron en construírselo. Y a partir del 25 de diciembre de 1895, en ese mismo día de cada año,  arrojaría piedras a la mansión de los Oiandía-Baskardo . Quería recordarles el mes en que quedó embarazada del señor, Camilo Baskardo (117). Será en 1919 cuando se irá a vivir a Neguri, al Palacio Galeón, con su hijo Efrén Baskardo.

El título del primer tomo de la trilogía, La tierra convulsa.  


Pinilla, durante su “marginación voluntaria” de los circuitos de grandes editoriales, que duró más de 30 años, fue escribiendo a mano, a bolígrafo, la trilogía. “Todo Verdes valles está escrito en el reverso de carteles tamaño folio cortados por mí” 3.500 folios obtenidos de los carteles de la propaganda política. Él pertenecía al Partido Comunista. Tres tomos de 2500 páginas impresas. 

-          ¿Por qué una obra tan larga?- se le ha preguntado más de una vez.

-          Llegó un momento en que la novela mandó sobre mí, y tuve que obedecerle (…) yo siempre sostenía que el autor debía imponerse a la obra, tenerla bien sujeta, pero en este caso ocurrió todo lo contrario, y fue la novela la que mandó sobre mí. Al elegir un personaje y dedicarle un capítulo me di cuenta que era el personaje el que se movía y no yo, así que le cedí todo el poder. Y al desaparecer el autor con sus leyes novelísticas, el personaje se lanza a vivir libremente.
          
En  2005 recibió el Premio Euskadi. 


Y en 2006, el Premio de la Crítica 2005, premio otorgado por la Asociación española de críticos literarios.

lunes, 22 de junio de 2015

#EfectoPinilla en el Instituto Aixerrota de Getxo

 
“A  los 14 o 15 años cuando perdía el Athletic en San Mamés yo volvía a casa hundido y me hacía la siguiente pregunta: Y ahora, ¿qué me queda? ¿Sabéis lo que eso significa en el vacío de un niño? Pues eso yo lo he vivido y lo he trasladado al libro”. (Entrevista con A.Landaburu en el PAIS) 

El día 31 de mayo Leire Reina escribía este tuit “Hoy finalizamos el #proyectopinilla con la lectura de AQUELLA EDAD INOLVIDABLE”  

Era  domingo, ese 30 de mayo, el día después de la final de copa entre el Athletic y el Barça,cuando se hizo la lectura del libro. Comenzó a las 10,30 y  acabó a las 4 de la tarde. Fue en Algorta, en la Plaza del metro.

El acto comenzó con los saludos ,felicitaciones, agradecimientos y otras emotivas palabras, de Rami, el hijo y, a continuación, de María Bengoa, la mujer de Ramiro Pinilla.  Después vino la lectura del libro.

 Así me la explicó María Bengoa: ”Los 30 fragmentos los hemos leído entre 24 personas: Anabel, la bibliotecaria, 3 profesoras (incluida la directora del Proyecto que lo es también del Instituto), 7 alumnas de Aixerrota, 2 responsables de Utopian de Getxo, Anabel Muro de la librería Gusana de Algorta  y 10 personas del Taller literario que Ramiro ha mantenido durante tantos años en Algorta (uno de ellos, un niño hijo de una del grupo que, por cierto, como hace teatro ha leído de maravilla) y yo.

A eso de las dos ha habido un éxodo importante, como era de prever; pero no queríamos dejar la novela a medias, así que los más resistentes han repetido fragmento”

 Unos meses antes, un grupo de alumnas y alumnos de 2º de bachillerato del Instituto Aixerrota, de Getxo, habían puesto en marcha el proyecto literario al que llamaron “Efecto Pinilla”. La iniciativa nació de la directora del Instituto Aixerrota, Marian Mugerza.

Lo que pretendía este proyecto era impulsar la lectura de la obra de Ramiro Pinilla, utilizando para ello la red social Twitter.
De lo que se trataba  era de ir comentando la obra a medida que se leía, bien en la cuenta de Twitter @ProyectoPinilla, o bien usando el hastag #EfectoPinilla; también se compartían opiniones sobre ella, frases que habían impactado… cualquier cosa que contribuyera a disfrutar más y mejor de la lectura de esta conmovedora novela.
También habían creado 
un blog y una página en Facebook. (texto sacado de Getxoko liburutegiak)

Para dar más amplitud al proyecto pegaron carteles por muchos lugares de Algorta, con frases del escritor.


Pinilla ya conocía el proyecto. La iniciativa #Efecto Pinilla partió del Instituto después del fallecimiento de Ramiro. Pero antes ya habían contactado con él. Había ido  y estuvo con un grupo de alumnas  pero quedó en que volvería cuando hubieran leído la novela. Eligió  ésta, la de Souto Menaya, el delantero que marcó el gol de la victoria (¿con la mano?) contra el Madrid en la final de la copa de 1943. 

Y... cuando estaba previsto que Pinilla volviera,  ya no pudo ser. En octubre fallecía.

El partido, la final de Copa de su Athletic, el día 30,  le hubiera gustado verlo a Pinilla , aunque no fue un partido inolvidable para los leones y sus seguidores.

 Y el acto del dia 31 también le hubiera gustado verlo, porque para muchos será inolvidable.



¡¡¡¡ENHORABUENA POR EL PROYECTO!!!!

sábado, 23 de mayo de 2015

La higuera del Instituto J C Baroja de Getxo, una bonita historia








 En 1966, el Ayuntamiento proyectó levantar un instituto de segunda enseñanza en los humedales de Fadura, lo que provocó un curioso conflicto con el ocupante de la diminuta parcela, que no abandonaba desde la guerra. Por muchas razones que buscamos a lo largo del tiempo, no encontramos una sola que explicara qué le hizo permanecer esos treinta años cuidando aquella higuera (…) “(41) (La que esto recuerda es Mercedes Azkorra, la maestra de niñas de la escuela de Algorta).

Es cierto, en  los humedales de Fadura, en 1966, se inauguró un instituto de segunda enseñanza al que se conocía  como Getxo I. (A partir de 1981 se le daría el nombre de Instituto Julio Caro Baroja). A su alrededor se fue haciendo un amplio espacio ajardinado con árboles de varias clases, algunos arbustos y flores. Un diminuto jardín botánico. 

Ramiro Pinilla juega en su novela La higuera, publicada en 2006, con el año de inicio de construcción del instituto y su jardín.  

Y es aquí, en este entorno donde el escritor centra la acción de su novela: “en la vega de Fadura”, “en aquel minúsculo terreno” “con aquel hombrecillo de la cabaña”  que regaba algo por las noches, pero a nadie importaba qué regaba hasta que meses después de su aparición en el julio del 37 “se descubrió el esqueje de higuera” (13). Y aquel desconocido continuó durante treinta años cuidando aquella higuera. Luego vendría “un curioso conflicto con el ocupante”.

Sabemos por “el ocupante”, Rogelio Cerón, que el conflicto vino porque no aceptó ninguna propuesta del Ayuntamiento, aunque todas las propuestas muy ventajosas,  de cambio o permuta de su terreno por otras parcelas.

Unas eran propuestas y, a veces, artimañas impulsadas por sus camaradas falangistas de la guerra, que veían que, al arrancarlo de allí desaparecería el testigo de una tumba acusadora; tumba que ellos sabían que estaba debajo del árbol.”Esa tumba es un residuo privilegiado de todo ello” (212). Era un testigo de sus crímenes de guerra. Otras propuestas le llegaban del propio Ayuntamiento, necesitado de aquel espacio que había escogido para la construcción de un edificio escolar.

A pesar de todas las presiones, Rogelio Cerón no abandonó la parcela.  Y, una vez muerto, tampoco consiguieron mover la higuera y tumba de su sitio. Lo que pasó lo sabemos por la señorita Mercedes, que recuerda que fue  don Gabino, hermano e hijo de los asesinados, ahora cura coadjutor de Erandio, el que le dio la coartada al alcalde falangista de Getxo. “Necesito una coartada técnica para dejar la higuera donde está y que el instituto la envuelva” (261), les había dicho a los arquitectos.

Y, aquel niño que había enterrado a su padre y hermano y encima de la tumba había plantado un esqueje de higuera, con los años convertida en árbol, fue el que, ahora sacerdote, encontró la solución que al alcalde le pareció buena. Explicaba en un informe las ventajas que supondría “la creación  de un jardín botánico  con una rica exposición de plantas, árboles y flores tanto autóctonas como exóticas. Su emblema sería la Picus carica, la higuera, nuestra higuera. El jardín botánico se extendería a su alrededor. No habría que moverla” (262).

La pequeña historia que viene a continuación le haría sonreír a Ramiro Pinilla:

Alguien impulsó la lectura de su novela entre alumnas y alumnos. ¿Cómo no hacerlo, si parte de la trama tenía el instituto y su jardín como lugar escogido para una ficción?

Y lo que pasó fue que algunos lectores, alumnas y alumnos y un profesor del Departamento de Biología, Jesús Fernández Ungil, quisieron encontrar aquella higuera por el jardín del instituto... ¡Qué bonito entramado pinillesco donde se mezclan ficción y realidad! 

Al no encontrar rastro de la higuera, el mencionado profesor y otra profesora del mismo departamento de Biología, Mercedes Umaran, se movieron para convertir la ficción en realidad: conseguir una higuera para el jardín. Solicitaron al Departamento de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Getxo que les plantara una, y lo consiguieron. De todo esto tuvo noticia Ramiro Pinilla estando ya en el Hospital y le hizo muchísima ilusión.

Cuando murió Pinilla, su hijo, Rami, le comentó a Anabel, bibliotecaria del Aula de Cultura, que su padre tenía, en Walden, la casa familiar, un retoño de una higuera suya. “Un retoño muy majo, aunque pequeñito, que también se podría plantar allí, junto a la otra higuera…”. Y así se hizo, de manera que ahora hay dos higueras en el jardín del Instituto.

“Finalmente, en medio de ambas higueras, y a petición del Instituto, nosotros, el Aula de Cultura comentaba Anabel  hemos colaborado para colocar una placa con una frase del libro La higuera de Ramiro”.




(“Ellos” son el padre y el hijo enterrados bajo la higuera)

Este día hubo, además, una pequeña charla con un perfil sobre Ramiro y alguna anécdota sobre esta novela. Después, una breve lectura de fragmentos del libro. 


(Hay otra entrada en el blog sobre esta novela: Bajo la sombre de LA HIGUERA. La Cadena
 

jueves, 23 de abril de 2015

Cuatro Caminos (en Algorta)



                "Cuando me conviene emplazar la acción en un sitio, digo: ¡coño! ¡Cuatro Caminos!" 
                  ( Palabras de Ramiro Pinilla en la entrevista en Walden )

 En Algorta, algunos lo conocen como Cuatro Caminos. Parece un lugar de paso, un simple cruce de calles o antiguos caminos, pero para Ramiro Pinilla era un lugar muy especial, muy emotivo.

Casi en el centro de Algorta, muy cerca de la plaza de San Nicolás, confluyen cuatro calles: San Nicolás, San Martín, Andrés Cortina y Bajada de Arrigúnaga.

“Cuatro calles o caminos: uno hacia el puerto, otro hacia San Nicolás, otro hacia Arrigúnaga y otro hacia Andra Mari”, escribió un algorteño, que firma como Sarrikobasoa, en este blog. 

Pero yo, como Samuel Esparta en El cementerio vacío (2013),me pregunto: “En Cuatro Caminos no confluyen cuatro rutas sino cinco: la carretera descendente a la  playa, la que empalma con la general a Bilbao, la Avenida de Larragoiti que cruza Algorta, la que empalma con el Paseo del Ángel  (…) y la que baja al Puerto Viejo” . Cinco (…) ¿por qué, habiendo cinco, se llamó Cuatro? “(163)

Desde la primera aparición del nombre de este cruce en Las ciegas hormigas (Cuando sale por la tarde, se mete en la tasca de Cuatro Caminos...”) (24) hasta su última aparición en su última novela Cadáveres en la playa  (“El chirrido del eje (de la carretilla) se halla en su mejor momento. Alcanzamos Cuatro Caminos y empezamos a bajar”) (225) ha sido un lugar que aparece en casi todas las novelas del  Getxo literario de Ramiro Pinilla.

-    ¿Por qué ese cruce siempre tan presente en tus novelas?- le pregunté en la entrevista en 2013.

-          ¿Sabes tú dónde está?- me preguntó a botepronto Pinilla.

-          Sí, -  le contesté- me lo dijo Mikel, el del bar Jolas Aurre, un bar de
la plaza de San Nicolás, muy cerca de ese cruce. A  Mikel le suelo preguntar sobre temas y lugares de Gexto. Y me dijo que, efectivamente, existe el nombre de ese cruce, pero que lo utiliza la gente mayor, los de Algorta de toda la vida.

-          Pues, mira te voy a decir la razón de mi sacralidad. (Me quedo asombrado ante el uso de esta palabra)
Cuando siendo niño después de haber veraneado varios años  volvíamos de Bilbao por las vacaciones…     

Y entonces me explica algo que  me  trajo a la memoria un pequeño texto suyo que  había leído en una página del diario El correo… :

 “Habían de transcurrir nueve meses para gozar de otro verano, todo un parto doloroso en el colegio de frailes. Merecía la pena. Al final estaba el breve viaje Bilbao-Algorta al encuentro de aquella brisa de la mar dándome la bienvenida.

Apenas  concluidos los exámenes de junio –siempre con algún suspenso, siempre en matemáticas- embalábamos los trastos para el traslado. Metíamos casi todo en cuatro o cinco cajones de madera que viajarían en camioneta.

 Yo iba en esa camioneta. Desde el alto de Cuatro Caminos la carretera baja en pendiente hasta la playa de Arrigúnaga. Y era en Cuatro Caminos, al asomarse la camioneta a la mar, donde yo recibía en el rostro la fresca brisa anunciándome el mundo de las maravillas que me había esperado abajo todo el invierno, el mundo donde volvería a vivir como un pequeño salvaje, el mundo de la inocencia, el mundo de la libertad” ( El Correo,13/02/2011)



lunes, 23 de marzo de 2015

El Getxo literario de Pinilla se cierra (2014) donde y como empezó (1961)






Ramiro Pinilla creó un Getxo literario influído por Faulkner. “Me marcó (…) un mundo abarcador pero dentro de un territorio, que en mi caso es Getxo” 

El Getxo literario de Ramiro Pinilla se inicia con Las ciegas hormigas  (1961) con la playa de Arrigúnaga en el centro de la trama (y el caserío Jáuregui, al lado) y ha finalizado su ciclo con  Cadáveres en la playa (2014) con la playa de Arrigúnaga en el centro de la historia (y la librería Beltza).

El que la playa ocupe un lugar central en las dos obras no sería de extrañar porque ha estado presente en todas sus novelas. Es consecuencia del hechizo que la playa le había producido de pequeño y que continuó con los años.  “Arrigúnaga, siempre Arrigúnaga”, solía decir. En su vida y en sus novelas.

Pero mi asombro ha sido total al leer el inicio de las dos novelas, separadas por 53 años. Sus protagonistas están en La Galea bajo un viento y  lluvia persistentes. Y, al lado, la playa, con sus tragedias.

(Las ciegas hormigas) “Estaba junto al padre, mirando el barco de cinco mil toneladas que sabíamos se hundiría irremediablemente”. Unas líneas más abajo nos sitúa a padre e hijo,  Sabas e  Ismael Jáuregui: “A duras penas nos manteníamos en aquel borde de La Galea, a cien metros sobre las peñas. El agua había hecho que la trinchera del padre pareciese casi negra, de empapada que estaba.”  (7, edición Destino)


(Cadáveres en la playa)No por ser invierno dejo de asomarme al acantilado dos veces por semana. Es un inagotable escenario natural, como tantos otros. (…) “ Es marzo y me azota una llovizna transversal de la que me defiende a duras penas el chubasquero” (9) Comenta Sancho Bordaberri. 



¡Curioso el principio y final del Getxo literario de Ramiro Pinilla, con Arrigúnaga siempre presente! 

Habrá quien piense que esta coincidencia es un encaje caprichoso del azar... Otros pueden creer que han sido Las Parcas, aquellos seres mitológicos  que tejen los hilos de las vidas de los humanos, las que han ido tejiendo los hilos de su Getxo literario hasta llegar a este final... Y habrá alguien que crea que ha sido San Baskardo, santo del que el escritor, aunque ateo, ha sido su principal hagiógrafo, el que ha guiado  el boli de Pinilla en este final.

Alguien ha querido cerrar el ciclo de su Getxo literario  donde y como empezó, en Arrigúnaga y La Galea. ¿Quién ha sido? ¿El azar? ¿Las Parcas? ¿San Baskardo?... ¡Auskalo!



lunes, 23 de febrero de 2015

Corrientes marinas y cadáveres en Arrigúnaga

       -  ¿Habéis estado en La Galea?- nos preguntó Pinilla
          - Sí,¡ claro!, -le contestamos.
       -   En La Galea, a la altura de la playa, os asomáis, sin caeros,  y, debajo, hay dos o tres espigones que  impiden las corrientes; y luego por la parte contraria, en la peña de Abasota y la del Palo  hay una unión artificial con rocas, hecha como un pequeño muelle, que consigue el encajonamiento de las corrientes.

Esta es una parte de la conversación que Josep, autor de la mayor parte de las fotos del blog, y yo mantuvimos con Ramiro Pinilla en su casa, en Walden, en junio de 2013.

Uno de los temas  fue sobre su playa de Arrigúnaga, de cómo era cuando la conoció , de  niño y no tan niño, y cómo cambió hasta ser como es ahora .

El recuerdo de esta playa, cubierta de una arena negruzca debido al carbón o carbonilla que llegaba desde la otra orilla, desde los Altos Hornos, aparece en varias de sus novelas. 

-      Era el tributo a la industrialización en la otra orilla- nos comentaba.- Pero es que en  invierno        ennegrecía todavía un poco más.
-        La recuperaron, según me habías dicho , echando arena  traída de otros arenales.  
-       Precisamente ahora estoy escribiendo la tercera novela policíaca. Hablo de esa operación, de traer arena. Pero también de cómo impedir que el mar se la lleve.       La arena la trajeron porque durante años daba pena verla. Estaba descarnada, todas las peñas de abajo que nunca las habíamos visto estaban a flor. Y había mazacotes de hormigón que traía el mar, que habían arrojado los barcos de la industrialización, residuos de Altos Hornos. ¡Era de pena....! Y trajeron arena de una playa próxima,con camiones,
-        ¿Tuvieron que echar mucha arena?
-    ¡Hasta una altura que nadie lo sabe más que los viejos! ¡ ¡6 o 7 metros!!! El nivel, hoy, y la fisonomía es completamente distinta a cuando yo era niño. En el medio había una especie de …columna, de columna  en peñas. En el castillo viejo, en la base arrancaban unas peñas de dos metros y medio que dividían la playa.
-        Y ¿cómo consiguieron controlar al mar?
-   Hicieron un encajonamiento de las corrientes de la playa, de modo que,hoy, las corrientes antiguas ya no funcionan y no se llevan la arena. Ese es el arreglo que han hecho. 

 Y éste es el trasfondo de esa tercera novela policíaca de que nos habló en su casa.  Cadáveres en la playa ha sido publicada en octubre de 2014. 

      Una playa, Arrigúnaga, que se podría quedar sin arena por el trasiego de  las corrientes marinas transversales y el interés manifestado por unos falangistas asesinos que habían escogido, hacía 35 años, de noche, un lugar de la playa como lugar de ejecución y fosa común. en evitar que la arena desaparezca. Presionarán al Ayuntamiento para que busque la solución al hecho que supondría el descubrimiento de cadáveres en la playa desnuda de arena. Un ingeniero catalán de costas, funcionario del Ayuntamiento, verá cómo se admite su proyecto de los espigones laterales como freno y contenión a las corrientes transversales.

 Mientras tanto Samuel Esparta, el Sancho Bordaberri de la librería Beltza, tendrá que descubrir el asesinato pasional cometido dentro  de una cuadrilla de amigos por uno de ellos. El muerto fue enterrado, le han dicho, en la misma fosa de los asesinados por los falangistas, en la misma noche , al amparo de la oscuridad. 




viernes, 23 de enero de 2015

El Cementerio vacío ( sin Pinilla )




“Esta calle BOSTGARRENA se abrió para ofrecer digno acceso al nuevo camposanto; rebasado éste, concluye en la gran explanada que corona el acantilado de La Galea, (251)…



Ramiro Pinilla no está en este cementerio porque no fue enterrado en él;  Ramiro Pinilla fue incinerado. Pero de haber sido enterrado tampoco estaría; su tumba se habría abierto por el fondo y él habría descendido hasta su playa, Arrigúnaga, y, desde allí, alejándose sobre una suave corriente marina, nos habría dicho adiós con la mano, despidiéndose, volviendo al mar, de donde todos venimos. Porque esto es lo que pasa en los cementerios marinos con los allí enterrados.

Esta leyenda suya de los cementerios marinos forma parte del entramado  de su novela negra El cementerio vacío. Es la segunda novela protagonizada por el librero Sancho Bordaberri ,el de la Librería Beltza, que se transforma  en Samuel Esparta, investigador privado,   cuando recibe  encargos para resolver algún asesinato y se  vestirá con “traje, sombrero, corbata y gabardina”. En este caso, tiene que resolver un asesinato cometido  junto a la Iglesia de San Baskardo.

Simona, la abuela del caserío Ukamena, conocía la leyenda. “¿Nunca te contaron la historia de los cementerios costeros que se vacían por el fondo?” (68), le pregunta  a Sancho. Y Sancho, Samuel, se la contará a Koldobike, su ayudante y secretaria en la librería. Y hasta el comisario encargado del crimen quedará fascinado por “El encanto amoroso que esconde esa hermosa leyenda de los cementerios que se vacían y prometen  una eternidad en el mar” (146)

La abuela Simona sabía de los amores de su nieto Balendín y de la chica asesinada. “Se querían mucho”  Sabía que cuando les llegara la hora, los dos serían enterrados en tumbas,  una al lado de la otra. Como suele ocurrir, uno moriría antes y el otro, después; la tumba vacía esperaría al vivo. Y cuando estuvieran ocupadas las dos, ellos se abrirían un túnel por el fondo para salir al mar y vivir juntos la segunda vida. “Ahora mi nieto tendrá que pedir a Gabino que le guarde una tumba al lado de Anari”. (65) (Gabino , el enterrador, está presente en muchas de sus novelas)

Y eso es lo que le explica Balendín a Sancho. Le habla de su promesa con Anari, de “ser enterrados en tumbas pegadas la una a la otra y cuando estuviéramos los dos, salir de nuestras cajas y de la tierra y bajar a la mar para vivir siempre juntos” (69)

Pero, según la leyenda, eso sólo pasa en los cementerios marinos. Hay un curioso investigador, Luis Federico Larrea, “un Larrea de Neguri” que en la novela anterior Solo un muerto más  quería hacer un mapa de Getxo pero con la distancia entre montes, caseríos, calles, plazas…medida en pasos, que  ahora  ha ido a la librería Beltza porque “quiere leer libros que traten de esa leyenda sobre tumbas de la costa que se quedan sin inquilinos” (114)

Y siguiendo la leyenda, lleva “años estudiando la divisoria entre los cementerios costeros y los otros, entre los que se vacían y los que no…” (200)

Y este curioso investigador propone un sistema de comprobación de la leyenda: “El extremo inferior de la cuerda rodeará la cintura del cadáver y se hará un nudo. La cuerda saldrá del féretro por una rendija y remontará a la superficie mientras el sepulturero vierte tierra a la fosa, tierra blanda que facilitará un conducto casi natural para la cuerda. Bastará tirar de ésta, días o años después, para conocer si el cuerpo sigue en su sitio. La cuerda se cobrará suavemente y hasta su final si el cuerpo se esfumó” (207-208) ¡Asombroso el método, tanto como el personaje!

Esta leyenda pinillesca aparece en su cuento “Recuerda, oh recuerda” (Ediciones del Centro 1975; cuento recogido después en Los cuentos, de Tusquets editores).
-          “Según una leyenda los cementerios costeros se vacían por el fondo.
-          Sí, yo he despedido desde el monte a muertos conocidos que se alejaban con la corriente”
-          No puede ser- arrastró el maestro
-          Sí – apuntaló Gain Baskardo-. Abren un túnel por debajo para salir a la mar.”(180)

En  Verdes valles hay un recuerdo pasajero. Efectivamente, en Oiarzena, la casa comuna de los hijos de la marquesa de Oiandía, se ha muerto un anciano de 99 años, un pordiosero al que habían acogido. Están los moradores de la casa hablando sobre dónde enterrarlo. Y Adolfo, el amigo íntimo de Moisés, comenta: “Me habéis hablado de la leyenda de los enterrados en el cementerio que abren un conducto por el fondo para regresar al mar. Perderíamos a nuestro amigo”

No sé si en algún lugar de Chile o en otros sitios circula una leyenda similar a la de Pinilla. A veces la antropología recoge en sitios muy distantes, leyendas y costumbres parecidas.   La tumba del gran poeta chileno Vicente Huidobro (1893-1948) está asentada  en una montañita con vistas al mar. En la tumba del poeta hay un epitafio que dice:                                                                                                                                                                                          
 Aquí  yace el poeta Vicente Huidobro
Abrid la tumba.                                                                                         
Al fondo de la tumba se ve el mar.


Si Ramiro Pinilla hubiese sido enterrado en el cementerio de La Galea veríamos su tumba abierta por el fondo, un fondo que nos llevaría al mar. Y él no estaría en el cementerio.