viernes, 22 de febrero de 2019

CRONICAS PINILLESCAS de "les culleres de fusta" (y 4)


4. La ruta literaria


El sábado 12 era el día de ida desde Oiartzun a Getxo. Aquí nos esperaba Anabel para acompañarnos y participar también con sus explicaciones. Anabel es la bibliotecaria con la que hemos organizado más de diez rutas literarias del Getxo de Ramiro Pinilla. Esta es la crónica de la ruta con "les culleres de fusta":

El inicio fue en la plaza San Nicolás, al lado de la biblioteca de San Nicolás. Aprovecho para explicar la aventura literaria de la revista Galea que Ramiro Pinilla fundó. Tenía tal pasión por escribir que animaba e impulsaba a otras y otros a que lo hicieran.
Siguiendo por la cercana avenida Algorta nos detuvimos ante lo que hoy es una tienda. En tiempos pasados fue la librería Antares donde se reunió, por unos años, el taller de escritura que Pinilla dirigió durante 36 años (y, que sin él, todavía está activo). Aquí, en este lugar, el escritor localiza la librería Beltza de sus novelas policíacas (Solo un muerto más o El cementerio vacío, leídas por Imma y Kathy). Seguramente como homenaje a aquel librero de la Antares.

Atravesamos la avenida y pasamos a la calle Sarrikobaso para hablar de La higuera, en la casa que, caprichosamente, el escritor escoge como vivienda de la señorita Mercedes. Ella introduce y finaliza la narración; el relato central es de un falangista que cuida una higuera. Pero no está aquí, en esta casa, ese árbol que da título a la novela.. Ni tampoco en el Instituto (ahora llamado J.C. Baroja) donde Pinilla sitúa la trama. Me ha pasado en varias ocasiones que alguna lectora comentó que había ido al Instituto a encontrarla. Curiosamente Pilar y Lluis dijeron que les había entrado el mismo deseo. Es un hábil juego pinillesco entre ficción y realidad. Por cierto, las higueras (porque de hecho son dos) que hay en el jardín del Instituto son un homenaje posterior al libro.
Reculando un tramo nos dirigimos a Cuatro Caminos, cruce omnipresente en sus obras, para luego ir bajando hasta su tan querida playa de Arrigunaga, en la que, según su ficción, apareció la vida. Alguna historia más localizada en esta playa debí explicar son tantas las que el escritor inventa!), pero no la recuerdo.

A un tiro de piedra están las campas de Arrigunaga donde estaba el caserío Arrune; en él Pinilla veraneó hasta los trece años. No queda ni rastro del caserío pero sí una de las higueras que había. En este entorno de playa, caserío y acantilado creó Las ciegas hormigas, ( Carme y Marta la habían leído) aquel lejano premio Nadal.
Lentamente subimos hasta el acantilado de La Galea. Aquí nos detuvimos y miramos hacia la otra orilla del Abra, a las colinas (las colinas rojas) que se entreven. Allá estaban las minas de hierro donde miles de obreros eran explotados de forma salvaje. Esto lo explica en el primer volumen de su trilogía Verdes valles, colinas rojas.Y no es ficción, sino historia.
Cerca de este acantilado, en la meseta que se extiende desde su borde, se encuentra el cementerio, donde no está Pinilla (porque fue incinerado). Ni estaría, de haber sido inhumado, porque, según una leyenda suya los muertos de los cementerios costeros se escapan por un túnel subterráneo hacia el mar, alejándose arrastrados por las suaves olas mientras dicen adiós a sus seres queridos que quedan en tierra. Es el trasfondo de su novela policíaca El cementerio vacío.

Desde aquí, bajando por un amplio paseo ajardinado atravesamos muy cerca el territorio inexistente de los Baskardo de Sugarkea, de esos seres de costumbres primitivas y ancestrales que conviven, sin mezclarse, con sus contemporáneos civilizados. De ellos expliqué algo de sus vidas y costumbres.
Era necesario conocerlos para entender la leyenda de un Baskardo, que fue capturado por los romanos junto a un predicador cristiano y que se dejó crucificar antes que confesar a sus captores, para no parecer cobarde, que nada tenía que ver con aquella religión prohibida por el emperador y que, si iba con el misionero, era porque le acompañaba a la playa para que marchara por donde había venido. Dos siglos después fue considerado un mártir y santo aquel Baskardo. Leyenda que había que comentar en la iglesia que, en las novela de Pinilla lleva esa advocación, la Iglesia de San Baskardo.
El itinerario duraba ya casi dos horas, estábamos algo cansadas y en La Venta hubo que contar rápidamente la ficción pinillesca de la edificación de la taberna y de la cercana ermita. Edificación de ambas relacionada con la leyenda de aquella Madera encontrada en Arrigunaga, que se convirtió en el mostrador de la taberna La Venta, y el milagro de aquella quinceañera preñada,Totacoxe, que dijo ver un ángel en el árbol, en el gran Roble.
Todavía quedaba más recorrido pero el cansancio y las ganas de comer nos pudieron.
Caras de cansancio...al principio

... y ya repuestas, al final

Como colofón de la ruta fuimos al pub de Algorta a reponer fuerzas; y, por cierto, que quedamos muy satisfechos,. Nos acompañó Anabel con el hijo , Aitor, y su pareja, Patri. Ya con nuevos bríos, después de la sobremesa, paseamos lentamente (hay que hacerlo asi en este precioso rincón de Getxo) por el Puerto Viejo.






Bajando se llega al largo paseo de la playa de Ereaga que recorrimos con tranquilidad hasta llegar a las galerías de Punta Begoña, donde Ramiro Pinilla sitúa el palacio Galeón. También quisimos visitarlas.

Nos quedaba ver, entre otras muchas maravillas de Getxo, el Puente Colgante. No calculamos bien el tiempo y cuando llegamos ya estaba cerrado. Ahí queda, sobre la ría, para la vez siguiente; con María y Pep, y con Elena y Pedro y, si alguna más se apunta para la próxima, no nos lo perderemos.

Y despidiéndonos de la ría regresamos a Oiartzun.
El domingo 14 fue día de vuelta a casa. Volvimos con la tormenta Leslie (los dos coches siguieron rumbos distintos; el coche 2, esta vez sí, acertó, y el coche 1 la tuvo de compañera de viaje). Volvimos también con un bonito regalo de Anabel, un pequeño video: Catalanes en el Getxo de Pinilla (13-10-2018) que nos envió por whatsaap 

Y algunas volvieron con el gusanillo lector. Carme, después del viaje, se enfrascó con Aquella edad inolvidable, que le dejó Elena (y una vez leída, se está dejando atrapar por Los cuentos); Imma empezó La tierra convulsa, Marta la tiene también empezada ; y Pilar y Lluis quisieron dar a conocer a otros aquel escritor que les había gustado. Por eso tenían entre sus regalos de Reyes Los cuentos.
Este hecho último me removió la fibra pinillesca y en estas crónicas dejo constancia que ha sido para mí una experiencia irrepetible.







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